Introducción: La obra de Hermann Wislicenus
Una vez finalizada la restauración del palacio palatino de
Goslar, se encargó al artista Herman Wislicenus dibujar un dibujo rupestre para
la sala superior del edificio principal, que durante la primavera, el verano y
el otoño de la edad media había servido como sala de reunión y tribunal del
emperador.
Es un enorme cuadro, que ocupa tres de cuatro paredes (la
cuarta es el frente de ventanas). Dicho cuadro es una obra artística
historicista, con fines propagandísticos, convenientes para quienes lo habían
encargado al mismo artista. Es decir: Se idealizan eventos puntuales de la
historia que se consideran importantes, y se diferencia dos temas muy
puntuales.
Se puede diferenciar entre dos temarios. Por un lado se
idealizan ciertos emperadores medievales, destacando sus características
positivos (o, por influencia romántica, dramáticas), que sería el primer
temario.
Por el otro lado se enmarca lo anterior mencionado en el
segundo y principal temario: El renacimiento del (primer) imperio (medieval) en
el año 1871 con el (segundo) imperio de la edad moderna, que es la síntesis de
los aspectos positivos ensalzados.
Distribución de las imágenes. |
El primer temario: Los emperadores
medievales engrandecidos (Imágenes 1 – 8)
El primer tema es la glorificación de sucesos importantes de la
historia durante el primer imperio alemán, el sacro imperio romano (800 –
1806). El mensaje es claro: Hubo un periodo en la historia, cuando los emperadores
alemanes hacían cosas, gobernaban sin competidor menos el mismismo papado, sin
parlamento ni democracia, y sin la decadencia absolutista Eso si: Desde el
punto de vista de Wislicenus y sus contemporáneos.
La manifestación de poder y gloria imperial se refleja tanto en
el hecho de construir el palacio palatino de Goslar en la cima de la colina,
por encima de la iglesia, y en sus luchas contra el papado romano. Y lo que
Herman Wislicenus consideraba (junto a sus contemporáneos) como representativo
para esa fama imperial, lo ha dibujado en seis escenas, de orden cronológico de
izquierda a derecha.
En concreto vemos, respetando el orden interior:
- La
primera escena (1) representa a Carlos I
Magno, el primer emperador franco del sacro imperio. Sentado en un
caballo, rodeado de soldados y un obispo, recibe la rendición de los
bárbaros paganos tras destruir su árbol sagrado, que se encuentra a su
derecha. Aparte de la manía historicista de dibujar todos los germanos con
cascos alados o coronados, es una imagen muy interesante. Porque los bárbaros
paganos, quienes ven que su dios germano es falso, eran los sajones, cuya
cultura consideraban los alemanes del siglo XIX digno de admirar. ¡A pesar
de que acaban de perder sus símbolos religiosos, no son representados como
unos guerreros derrotados! Su jefe permanece incluso en pie, solo inclina
ligeramente la cabeza y demuestra su espada sin entregárselo como debería
haber ocurrido en un cuadro como vencedor. Esta primera imagen pretende
representar la integración de los sajones en el sacro imperio, ubicado
entre 772, cuando había comenzado Carlos I Magno la conquista de los
Sajones, y 804, cuando concluyó aplastando una revuelta sajona.
- En
la segunda escena (2) observamos Enrique
II, quien es coronado junto a su esposa Kunigunde por el papa Benedicto
VIII. Es el único representante de la primera dinastía real alemana, los
Ottones, y llama la atención que Wislicenus haya elegido justamente a este
Otón. Por si fuera poco, a espaldas, sin verle la cara. Ni fue el primer
emperador alemán (eso ocurrió con Otón I en 962). Posiblemente se entiende
esta imagen bien con el contexto de la tercera escena. Dado que el papa
Benedicto VIII domina claramente la imagen, se puede interpretar como el
inicio de la corrupción del poder imperial por la influencia eclesiástica.
Es el papa quien corona al emperador, la iglesia otorga el poder a la
nobleza. Por ende, Enrique II, quien con su conquista del sur de Italia de
los bizantinos renueva el Ottonianum (la unión de estado e iglesia), contribuye
al conflicto posterior entre papa e imperio.
- La
tercera escena (3) es un claro
posicionamiento a favor de la fuerza laica imperial. Se representa a
Enrique III, en caballo y poderoso, con un papá prisionero, Gregorio VI
(en traje rojo), cruzando los montes Alpinos. Rodeado de soldados, fue él
quien instaló en Roma un nuevo papa. Cuando llegó 1046 para coronarse en
la eterna ciudad como emperador, se encontró con tres papás rivales. Los
destronó, arrestó a uno de ellos (Gregorio VI), y nombró un nuevo. Los
siguientes tres papas también lo serán por su decisión. Era el último
emperador teocrático quien controlaba al papado romano. El destructor de
esta teocracia imperial se encuentra en la misma imagen: Junto a los pies
del caballo, vestido de negro, va un clérigo con cara amargado, cabreado,
el monje Hildebrand, secretario papal. Este será en un futuro el nuevo
Gregorio VII, quien comenzaría la disputa de investidura, un conflicto de
un siglo entre corona e iglesia.
- En
la cuarta escena (4) vemos Enrique IV, un
importante protagonista de la discusión de investidura. El papa le
excomulgó, lo que significa que le expulso de la iglesia católica. ¡Ningún
vasallo tenía que obedecer le, hubiera sido su fin! Para evitarlo, visitó
al papa y espero en frente de su castillo durante tres días, con una
camiseta y en pleno invierno, pidiendo clemencia. Ese plan, el viaje de
Canosa, era una táctica magnifica, dado que el papa no podía rechazar tal
actitud sin perder todo el apoyo. Estaba obligado perdonar a Enrique IV,
quien recuperó todo su poder. Pero ese viaje a Canosa, la suplica al
papado – a pesar de ser una jugada maravillosa, se consideraba en el siglo
XIX indigno para un emperador. Por esa razón aparece esa escena en una
imagen pequeña inferior a la escena dibujada, mientras que el protagonismo
tiene un Enrique IV anciano, quien proclama la paz de Maguncia (1103),
tras una rebelión local.
- La
quinta escena (5) nos enseña el famoso
momento, cuando Enrique el León, duque de Sajonia y Baviera, el príncipe
más poderoso del sacro imperio, rechaza ayudar a Federico I Barbarossa, su
emperador. Federico incluso se arrodilla frente a su vasallo, lo que
ocurrió en Chiavenna (1176). Una escena observada por sorpresa por parte
de la corte que les rodea. Es una escena de máxima humillación de un
emperador, cuando su vasallo desobediente no respeta su juramento. Es más dramático
por el hecho que Enrique debe el ducado de Baviera gracias a Federico. Esa
escena tiene su razón en la corriente del romanticismo, dramático. De todos
modos, unos años más tarde, en 1181, perderá Enrique en Erfurt todo lo que
fue suyo.
- La
sexta escena (6) es un invento
historicista: El emperador Federico I Barbarossa en plena batalla durante
la tercera cruzada contra los árabes musulmanes. Solo: Participó en la
cruzada, pero nunca en una batalla (excepto enfrentamientos puntuales
contra bandidos turcos). Y no era más un joven con su barba roja, sino ya
era un anciano cuando participó en la cruzada. Aparte de los fantásticos uniformes
musulmanes, todas inventadas. A pesar de la confusión historicista, el
mensaje es muy claro: Ese emperador, humillado por Enrique el León en la
anterior escena, no solo le derrota, sino lucha victorioso contra los
infieles musulmanes. ¡Musulmanes que se parecen más a soldados otomanos,
un imperio contemporáneo de Wislicenus, que se consideraba decadente desde
el punto de vista europeo!
- La
séptima escena (7) es, igual como la
segunda, pacifica. Un contraste con todas las otras imágenes llenas de
violencia, conflictos bélicos y tensión. Solo, mientras la segunda nos
demuestra un emperador inferior al papa católico, esta séptima enseña al parecer
al emperador favorito del artista: Federico II, nieto del I. Emperador del
sacro imperio y rey de Sicilia, era una persona culta y pacifica.
Participó en una cruzada - ¡Pero nunca luchó, sino hizo pactos! Toleró y
admiro la cultura musulmana de las dos Sicilias, y en esta imagen se ve
como recibe numerosos regalos, no solo ofrendas de valor, sino un globo
terrestre, lo que representa su interés científico. Este monarca ilustrado
tiene, si se observa la tercera persona a su derecha, con la barba y el
pelo blanco, un compañero que nos suena: Es el mismo Herman Wislicenus,
quien se ha dibujado en esta imagen tan serena y culta.
- La
octava escena (8) cierra más o menos el
ciclo de los admirables emperadores. Martín Luther en el tribunal de
Worms, en frente de un emperador joven que apenas se reconoce, junto a
representantes eclesiásticos. Ahora uno se sorprende del protagonismo de Luther
- ¿No se debería dignificar al emperador Carlos V? ¡No, si tenemos en
cuenta quien paga al artista! La dinastía gobernante del segundo imperio,
los Hohenzollern, eran profundamente protestantes, y enemigos de la
dinastía Habsburgo, que gobernaba Austria.
En ese conjunto de escenas se pueden hacer cuatro observaciones
interesantes:
- La primera (1) y última (8) escena se centran menos en los emperadores, y más en las personas. En el uno dominan los sajones (germanos), antepasados de los Hohenzollern. En el otro domina Luther, creador de la religión protestante de los Hohenzollern. Por el contrato, los emperadores de ambos cuadros no están muy bien representados. Carlos I Magno porque en el fondo se consideraba durante el siglo XIX más como rey francés y menos emperador de alemanes (¡Mientras hoy es el padre de Europa!), y Carlos V era más un belga católico quien gobernaba España y Viena. Es decir, gobernaban principalmente dos países contra los que había luchado (y ganado) Alemania en 1866 (Austria) y 1871 (Francia).
- La
segunda (2) y séptima (7) escena nos
enseñan sucesos muy pacíficos, pero mientras el uno centra al papado
católico, el otro favorece al emperador sabio, ilustrado. ¿Será un
contraste religión – ciencia?
- La
tercera (3) y sexta (6) escena enseñan dos emperadores victoriosos,
montados en caballo. El uno domina al papado, el otro aplasta infieles –
se ve entonces dos representantes divinos cristianos victoriosos, casi
teocráticos.
- La
cuarta (4) y quinta (5) escena es todo lo contrario a las anteriores
– demuestran escenas dramáticas, humillantes. Un emperador que se
arrodilla frente un vasallo y sigue siendo rechazado – y la otra debería
haber sido de Canosa, pero así solo vemos un emperador anciano quien ha
logrado la paz de una zona local. Quizás la única parte que se modifico
para evitar problemas.
Como hemos visto, procura glorificar el creador con ese primer
tema el papel de los emperadores. ¿Qué nos dicen? Que los emperadores medievales
eran victoriosos, cristianos y sabios. Al mismo tiempo son sajones (germanos) y
protestantes.
Todos los emperadores posteriores a la edad media, cuando eran
principalmente de la dinastía católica Habsburgo (enemigos de los creadores del
segundo imperio, el reino de Prusia), no se consideraban dignos ni interesaba
ser dibujados.
Pero, eso es historia, pasado. ¿O habrá esperanza, habrá
renacido esa edad media tan maravillosa como en las novelas del británico
Scott?
¡Si!, se podría oír exclamar a Wislicenus y nacionalistas
alemanes. Todo ese recuerdo del pasado lo enmarca el artista con el segundo (y
realmente, el principal) temario: El renacimiento imperial y el cuento de la
bella durmiente.
El segundo temario: El renacimiento imperial
(1871) – Escenas I – III
El tema principal está compuesto por tres escenas: Dos a los
extremos de la sala y uno central.
En la primera (I) se puede ver
una anciana y fea mujer, la bruja, quien lanza su magia hacia una bella joven
que se encuentra en su dormitorio en un castillo. ¡No es nada más ni menos que
la bella durmiente! Representa la Alemania imperial, que se hecha a dormir.
La leyenda urbana de la edad moderna alemana dice, que el
imperio, personificado por el emperador Federico I Barbarossa, se durmió cuando
terminó la edad media, para despertarse cuando vuelva llegar a la gloria. Ese
es el mito de Kyffhäuser, una montaña con castillo en Turingia, en cuyo
interior se quedó dormido el emperador.
Claro, esa leyenda no era necesariamente benevolente para los
emperadores católicos Habsburgos, menos aún en los territorios protestantes.
La segunda (II) escena nos enseña un anciano emperador (con corona, espada y
traje imperial), quien sale de una cueva: Es Federico I Barbarossa, quien se ha
despertado. Un ciervo (el de abajo a la izquierda) le ha informado del
renacimiento imperial (la fundación en 1871), igual como los ciervos de Odin,
el dios padre supremo de la mitología germana. Los otros ciervos,
representantes de la muerte, huyen a la lejanía (arriba izquierda), mientras
llega el águila imperial (arriba derecha).
¿Y a donde mira ese Federico, emperador de los tiempos
medievales idealizados? A nuestra última imagen, la imagen central.
La escena central (III) es el
tema principal de toda la sala. Todo el mensaje propagandístico – los
emperadores alemanes son militares victoriosos en caballo, cristiano – protestantes,
germanos y sabios – se concentra en el protagonista, que es un señor con barba
blanca cabalgando en caballo: Guillermo I, rey de Prusia y primer emperador del
segundo imperio alemán.
Esa imagen de éxito y máxima idealización contrasta con los dos
imágenes que están a su alrededor (Federico I pidiendo ayuda a Enrique y la
insignificante victoria de Enrique IV).
Detrás de Guillermo I va, también cabalgando, Federico III
Guillermo, su hijo y sucesor. Dado la edad del emperador, no sorprende que el
artista estuviera interesado en dignificar a su heredero.
En la izquierda se ve dos hombres: El canciller Otto von
Bismarck, en uniforme “puro”, blanco, quien con un martillo de constructor
“construyó” al imperio, y detrás de él el general prusiano Moltke, cuyas
tácticas militares posibilitaron junto a las intrigas de Bismarck la
unificación.
En la derecha se ven dos mujeres, que son las personificaciones
de las últimas conquistas del imperio: Alsacia Lorena (la una tiene la catedral
de Metz, la otra la catedral de Strassburg).
Abajo están sentados en un lado Cronos, el dios – titán del
tiempo, junto a Germania, que informa al ciervo sobre la recuperación imperial.
El mismo ciervo que vuelve a la cueva de Federico I Barbarossa, para avisarle.
Por encima de Guillermo I, como para demostrar al espectador su
bendición celestial, están varios emperadores, como (otra vez) Federico I Barbarossa
(¡Se nota que emperador era el favorito en el segundo imperio!) a la derecha. Justo
por encima de Guillermo vuela su madre, la reina Luisa, que se parece a la
misma virgen María. Y por encima de todos ellos están (¡Por fin!) los ¿otros
emperadores?….pero no: Son los reyes de Prusia, como Federico III, el grande,
que está sentado a la derecha.
Finalmente, los extras de la escena: En la izquierda de la
columna se ven todos los príncipes y reyes que cedieron su poder en 1871, entre
ellos el rey Luís de Baviera, quien ofrece su corona.
Detrás de la columna de la derecha se encuentran importantes
generales y ministros prusianos. Por delante de ellos se han sentado la mujer y
la hermana del nuevo emperador, Augusta y Victoria.
Y ese chaval con uniforme azul, quien apenas se ve, es nada
menos que Guillermo II. Claro, el artista, cuando se le encargó la obra, dio
claro protagonismo a Guillermo, y por su si acaso a su heredero directo, cuando
comenzó en 1879. ¡Quien iba saber que ambos murieron en 1888! Y así, cuando
finalizó su obra en 1897, Guillermo II no vino a celebrar la inauguración porque
se sintió menospreciado por la forma en la que fue dibujado.
Conclusión
Así se cierra el ciclo y el mensaje propagandístico es bastante
simple: El imperio medieval (escenas 1 – 8),
tan idealizado por los historicistas del siglo XIX, que se confundió con un
reinado teutón, ha renacido en 1871 (escenas I – III).
El máximo representante idealizado, Federico I, sale de su
cueva, y mira con sorpresa y alegría a su sucesor igualmente mitificado – y,
curioso: Ambos tienen las mismas caras.
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2 Kommentare:
En agosto de 2016 visité el Palacio Imperial de Goslar y pude admirar las once pinturas de Wislicenus. Sólo una palabra puede resumir tanta belleza: Maravillosas.
En agosto de 2016 visité el Palacio Imperial de Goslar y pude admirar las once pinturas de Wislicenus. Sólo una palabra puede resumir tanta belleza: Maravillosas.
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