10 abr 2013

Viaje por el Sur-Oeste: el castillo de Miranda de Agra y el Torreón

Restos del castillo. En el medio se observa un pequeño foso
con paredes hecha  por piedras, en la parte posterior se observa los
fundamentos de las murallas. A la derecha están los restos de una torre.
Del castillo de Miranda se conserva desafortunadamente pocos restos. Construidas en el siglo XII en gran altura por encima del pueblo de Miranda de Agra fue capaz de controlar toda la zona de alrededor (hasta, por ejemplo, Santacara).

Tanto los reyes franceses como Luis XII como los reyes españoles Isabel y Fernando estaban interesados en los territorios Navarros. Los últimos podían contar con el apoyo del conde de Lerín, líder de la facción beamontés. Tras la muerte de Isabel y la ausencia de Fernando en Nápoles confiscaron los reyes Navarros Juan III Albret y Catalina I de Foix las tierras del conde de Lerín. Esa liberación de un vasallo incomodo resultó fatal: los reyes de ambos reinos vecinos se convencieron que era tiempo para dominar directamente al reino independiente.
Era un momento crucial: Aragón estaba desde marzo 1512 en guerra contra Francia, mientras que Catalina y Juan III intentaban mantener la neutralidad. Con las derrotas francesas a lo largo de esa guerra podían presionar los reyes navarros al monarca francés, consiguiendo un aumento de derechos soberanos sobre sus dominios franceses. Eso fue un error porque llevó a la firma del tratado de Blois en el 18 de Julio 1512, una alianza defensiva con Francia. Obviamente Fernando el Católico o interpretó de manera diferente y preparó la invasión. Los reyes navarros, quienes esperaban un ejercito de Luis XII contra las tropas conjuntas anglo-aragoneses-castellanos que nunca llegó, no podían defenderse y huyeron a Francia.  
La invasión comenzó en junio del 1512, y en dos meses conquistaron sin grande resistencia Navarra. Solo unos lugares puntuales del bando agramontés se resistieron, entre ellos, el Castillo de Miranda.

El Castillo sufrió daños por resistirse ante las tropas castellanas, mejor equipadas para conquistar una fortificación anticuada, y cuando el cardenal Cisneros ordenó en 1516 la demolición de todas las fortificaciones navarras, se destruyó una gran parte del castillo. Únicamente sus fundamentos permanecieron.

Vista desde la torre medieval conservada.
¿Foso de la ruina del castillo?
Restos de la única torre conservada.
En el otro extremo del monte, los fundamentos del castillo medieval.

Se abandonó al castillo, hasta que durante la segunda guerra carlista recuperó su papel como lugar militar. Los carlistas construyeron una pequeña torre fusilera, el torreón, de dos plantas. Sin embargo, una vez finalizada la guerra, se abandonó y se deterioró, hasta su restauración en 1999.

El torreón carlista, capaz de defenderse (si tiene el numero suficiente de fusileros) contra todos los lados. Construido en redondo, ofrecía una protección adicional contra los cañones y balas enemigas.
En el interior de la torre se construyó la enorme columna para  mantenerla estable. Los agujeros eran los huecos para los troncos de madera que formaban el suelo de la segunda planta.
 

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Viaje por el Sur-Oeste: el castillo de Santacara


Es un castillo medieval del siglo XIII, construido con el fin de vigilar al valle y avisar ante posibles ataques tanto de los reinos taifas del sur como de posibles invasiones castellanas. Dicho castillo perduró hasta la orden de destrucción de Cisneros del año 1516, y hoy permanece en pie, en un estado lamentable, solo una torre.

Se trata de un típico castillo medieval: en su centro, lo que se conserva, la torre de homenaje: enorme, 30 metros de alto, de forma cuadrada y de un difícil acceso (solo se entraba por una puerta a través de una escalera de madera). Está unida con la muralla interior, que a su vez tiene en cada esquina una torre cuadrada. Esa parte se construyó más tarde.

Con la llegada de la pólvora se comenzó lentamente con la construcción de torres redondas, y se amplió el castillo de Santacara con un segunda muralla que tenía, a su vez, cuatro torres redondos. 


Parte inferior de la torre de homenaje conservada.
Parte exterior de la torre. La ventana es realmente la puerta de acceso a la torre, que se alcanzaba mediante una escalera de madera.
Una de las cuatro torres cuadradas ubicadas en las esquinas de la muralla interior.
La conexión entre la torre y la muralla interior.
Grietas en las piedras. Tarde o temprano se derrumbará la torre.
Vista hacia la punta de la torre. Se observa al vierteaguas, cuyo agua caía afuera del recinto defensivo interior.
Los montones de piedras acumuladas. Con dificultad se observa a la derecha los fundamentos de las murallas de la defensa exterior.
Se ve muy bien la tronera. Es una aspillera que permitía al arquero disparar hacia abajo, donde la entrada al patio interior.
Se ve muy bien las dos grandes plantas que tenía la torre gracias a las piedras salientes de la pared lisa. Son las ménsulas de apoyo forjado. 
Se observa la camisa de sillería original hacia el lado exterior, el relleno y el lienzo restaurado hacia el interior. 
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Viaje por el Sur-Oeste: la ciudad romana Cara


La ciudad de Santacara interesa por dos monumentos históricos: la anterior ciudad romana y el castillo medieval.

Posiblemente a lo largo del siglo I a.C., en tiempos del emperador Tiberio, se fundó la ciudad romana con el nombre Cara. En el mismo lugar ya se encontró un pueblo vascón con una muralla prerromana, y ambos asentamientos se unificaron.

Caras recibió pronto su rango de ciudad que otorgaba mayores privilegios jurídicos y le dotaba de una mayor importancia frente a las villas regulares. Ubicada en la zona media de Navarra gozó cara de cierta importancia económica por el cultivo y la ganadería, se encontraba en la ruta romana Tudela à Valtierra à Cara à Gallipienzo (donde coincide con la otra ruta romana desde Zaragoza (Caesaraugusta) a Pamplona (Pompaelo)). Por si fuera poco se conserva muy bien una calle enlosada de este el oeste (el Decumanus) con algunos pasos de zebra.
Sacando beneficio de ese buen lugar geográfico creció la pequeña ciudad, integrándose rápidamente en la cultura romana.

Con la decadencia del imperio romano y la llegada de los pueblos germánicos se construyó en los siglos III y IV una gruesa muralla romana defensiva que se unió a las murallas prerromanas. Sin embargo, con los últimos años del turbulento reino de Toledo se abandonó Cara en el siglo VI. 


Muralla exterior romana, del siglo III y IV. Se nota su grosor para defenderse contra posibles ataques. Por el otro lado, las casas empleaban la muralla a modo de pared.
Uno de los tres pasos de zebra que se conservan en Cara.
El Decumanus.
El desagüe de una casa hacia el Decumanus. En el fondo se observa la pared de dicho edificio, donde  hay una pequeña plaza de piedra  con columnas. Posiblemente era el atrium o el implurium (para acumular agua de lluvia). Como Cara era una civitas romana pequeña no existía un sistema de canalización.
El tercer paso de zebra, con la zona de la calle peor conservada.
Todos los edificios alrededor del decumane provienen de la época romana, a la derecha extrema se observan algunas murallas de edificios preromanos.
El decumanos hacia la salida de Cara.
Restos de la muralla pre-romana, que se seguía empleando como defensa de Cara y que formó parte de la muralla reconstruida en los siglos III y IV d.C..
Un umbral, que marcó el cambio del adentro hacia el afuera del edificio romano.
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Viaje por el Sur-Oeste: el castillo de Marcilla

Cuando Pierres de Peralta fue nombrado en 1429 señor de Marcilla por los reyes Juan II de Aragón y Blanca de Navarra se convirtió en un fiel seguidor de la monarquía navarra. 
Por el otro lado tenía un don considerable para las negociaciones. Por esa razón ayudó en el ambicioso proyecto de realizar el matrimonio entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, los reyes católicos. Agradecido por dicho esfuerzo le donaron la espada de Rodrigo Díaz, el Cid Campeador, que permanecía hasta 1848 en el castillo de Marcilla
Supuesta espada del Cid.
Dicho castillo de ladrillo de estilo gótico lo mandó construir pocos años tras su nombramiento. Es uno de los últimos de la era pre-pólvora, con fuertes murallas y cuatro torres impresionantes. Igualmente se comienza notar la influencia renacentista debido a la doble función como residencia palacial como castillo defensivo y por el uso de la arcilla. 

Los sucesores de Pierres de Peralta se encontraron en una situación precaria: por un lado eran leales a los Juanistas (la dinastía regente de Navarra), convirtiéndose en los líderes de los Agramonteses. Por el otro lado eran amigos de los reyes castellano aragoneses, quienes simultáneamente se solían aliar con los condes de Lerín, los lideres de los Beamonteses y por lo tanto enemigos de los Agramonteses. Por si fuera poco los agramonteses eran los únicos quienes apoyaron la dinastía navarra de los Foix-Albret
Debido a esa situación se mantenían neutrales durante la conquista de Navarra, y como agradecimiento obtenía Alonso Carrillo de Peralta, el nuevo señor de Marcilla, el titulo de marques de Falces en 1513 por Fernando el Católico. Y cuando en 1516 mandó el cardenal Cisneros la destrucción de todas las fortificaciones navarras excepto la de Pamplona, se salvó el castillo de Marcilla de ese destino. 
El castillo de Marcilla albergaba durante toda la edad Moderna la segunda familia más poderosa de Navarra, detrás de los duques de Alba: los marqueses de Falces.





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Viaje por el Sur-Oeste: El acueducto de Lodosa

El acueducto de Alcanadre – Lodosa, igualmente conocido bajo el apodo Puente de los Moros, se construyó posiblemente en el siglo II d.C.

Transportó agua por encima de 108 arcos a lo largo de 30 kilómetros desde los ríos Ordon y Linares (donde Mendavia) hasta la ciudad romana Calahorra en La Rioja. Calahorra fue una ciudad con cierta importancia debido a su ubicación en la ruta romana que iba desde Zaragoza (Caesaraugusta) hasta Birobesca (Briviesca).

El acueducto, obra de ingeniería construida con piedras unidas entre si con cementiciae (compuesta por un aglomerado de mortero y cal), destaca por dos características especiales.

Por un lado sorprenden sus notables dimensiones poco habituales para esos tipos de construcciones. El acueducto tenía que mantener un ligero desnivel a lo largo de su trayecto y por si fuera poco los pilares tenían que ser capaces de resistir la fuerte corriente del Ebro.

El segundo aspecto destacable es la anchura de los parámetros del acueducto, intuyendo posiblemente su segunda función como puente para cruzar al Ebro.


Estando de píe en el acueducto restaurado se contempla la continuación hacia Calahorra.
Un pilar de dos arcos, caído bocaabajo.
Detalle de un pilar restaurado, manteniendo cierto rigor con la posible imagen real que tenía en el pasado.

Detalle del puente deteriorado (el cemento de la parte suprerior forma parte de la restauración, lo que posibilita andar por encima sin peligro y creando inconscientemente un argumento a favor de emplear al acueducto como puente.
Arcos mejor conservados del puente.
La parte del puente que está junto a la calle NA 134. Se observa perfectamente tanto las piedras y cementae romana como la nueva capa de cemento en la parte superior.
Cruzando la NA-135 se observa la continuación del acueducto, que se encuentra en un estado lamentable. 
Vista desde la continuación a la altura de la tierra.
Aquí hace el acueducto una curva, se observa la construcción de las murallas para crear una especie de canal. En vez de cruzar la colina, preferierón los ingenieros romanos esquivarla, dando una vuelta alrededor.
Continuación del acueducto hacia sus fuentes en Ordon y Linares, el suelo está empapado de agua.
Detalle de un repartidor de agua: las fincas y villas cercanas podían, si tenían permiso, acceder al agua del acueducto y crear pequeños canales de piedra para que llegué.

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Reseña sobre la Breve Historia de la Incompetencia Militar


edit. S.A. Ediciones B, 2009, Barcelona.
Existen a mi juicio tres tipos de libros de historia (excepto biografías y novelas históricas): las monografías científicas, las historias generales y las colecciones anecdóticas.

Monografías científicas, escritas por expertos de su materia siendo doctorándoos, profesores universitarios o eruditos, suelen tratar un tema concreto, exhaustamente basado en fuentes bibliográficas con la intención de analizar al pasado lo más objetivo posible.
La segunda categoría consiste en las historias generales de regiones geográficas o temas puntuales. A pesar de estar bien redactaras raramente dejan de ser introducciones a temas que sintetizan, rascando la superficie sin profundizar lo suficiente.
Finalmente las colecciones anecdóticas: los libros acumuladas de historias pintorescas, en numerosas ocasiones fuera del contexto y con un interés menor para los historiadores. Con todo son entretenidos y divertidos para pasar el tiempo. Me refiero a obras tan típicas como Historia Secreto del Sexo en España de Juan Eslava Galán o el Gabinete de Curiosidades Romanas de J. C. Mc Keown.

Sobre un libro de la última categoría quisiera pararme y presentarlo: la Breve Historia de la Incompetencia Militar, escrito por los estadounidenses Ed Strosser y Michael Prince. Quisiera indicar el titulo original, por su mayor precisión: Stupid Wars: A citizens Guide to Botched Putsches, Failed Coups, Inane Invasions and Ridiculous Revolutions.

La obra explica de forma sintetizada e irónica los acontecimientos de 16 operaciones militares fracasados. Algunos son, opino, conocimiento general para los historiadores europeos como la cuarta cruzada, el putsch de Hitler en 1923 y el golpe de estado contra Gorbachov en 1991. Otros como la rebelión del Whisky de 1794 o las guerras de Paraguay y Bolivia (la guerra de la Triple Alianza de 1865 y la Guerra el pacífico de 1879) desconocía y los leí con interés.

Cada descripción (o capítulo) se desarrolla de manera igual. Primero explican los autores al lector el acontecimiento, en continuación presentan unos protagonistas principales (que denominan como Actores) y sitúan el contexto general (La situación general). Una vez ubicado describen al acontecimiento en orden cronológico (¿Qué sucedió?) y finalizan con un breve resumen de las consecuencias (Que sucedió después).

Evidentemente tanto el desempleo de notas de pie en página (eso si: al final del libro nombran la bibliografía empleada para cada capítulo) como su estilo subjetivo de escribir y la selección arbitraria de los ejemplos difícilmente convierten el libro en una obra importante para la historia, y menos completa ya que 10 de 16 acontecimientos ejemplares ocurrieron después de 1900.

Lo que convierte el libro en algo atrayente es justamente su manera tan irónica de describir. Un ejemplo sería cuando describen que la cuarta cruzada se vio ante la situación desesperada que les faltaba dinero suficiente para pagar al dux veneciano la flota. Por si fuera poco ni siquiera tenían comida suficiente para emprender el humillante regreso a Francia, donde el resumen de su experiencia sería el equivalente al de una camiseta barata de playa proclamando “fui a una Cruzada y solo llegué hasta Venecia”.
O la pregunta irónica ¿Un dictador sudamericano huyendo sin llevarse el dinero? cuando hacen referencia al dictador Pierola de Perú durante la guerra del pacífico de 1879. Que, por cierto, recibe como subtitulo punzante Tormenta de excrementos por la principal causa bélica: el guano.

En conclusión considero la Breve Historia de la Incompetencia Militar tanto interesante como entretenido. El estilo directo que considero típicamente estadounidense y la falta de reparo por parte de los autores en demostrar su opinión repartiendo adjetivos durante todo su trabajo gustan para leer de manera fluida y divertida. Refresque acontecimientos que tenía olvidados (la invasión e URSS en Finlandia) y aprendí otros (como la guerra del Whisky). Recomiendo Breve Historia de la Incompetencia Militar si se desea una lectura tanto ligera como agradable.


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