Durante la mañana del día de la pascua se convirtió un cerdo en asesino. Jehan Lefant estaba en esos momentos en el campo con sus vacas, su mujer estaba en la aldea vecina. Entonces entró el animal en su casa y comió cara y cuello de su niño, que estaba en la cuna.
Eso ocurrió el 14 de junio de
1494 en Clermont, en el noreste de Francia. A comienzos del siglo XIX descubrió
el cronista Edgard Evans esta nota en los textos judiciales. Varios testigos fueron preguntados, quienes explicaron los hechos desde su punto de vista bajo
juramento, tal como derecho y razón lo exigen, cita Evans. El cerdo fue
detenido y encerrado en un monasterio cercano. Más tarde se le juzgó con la
pena de muerte, debía morir estrangulado.
¿Un cerdo, sentenciado con la
pena de muerte? Suena absurdo. Pero ese comportamiento era, durante siglos,
habitual en la Europa medieval, incluso en la Edad Moderna. Justin Smith de la
Universidad Paris Diderot ha estudiado ese fenómeno. Hubo varios casos durante
siglos, dice. En Francia, también Suiza, Alemania e Italia fueron juzgados
desde el siglo IX hasta el siglo XVII animales por tribunales. Tan absurdo no
es, si recordamos que Jerjes (y numerosos otros gobernantes) castigó al mar
mediterráneo, ordenando que se les disparasen flechas, por hundir una flota
entera.
Perros, cerdos, vacas, ratas,
incluso saltamontes llegaron ante el juez por asesinato, blasfemia o
destrucción de cosechas. Se nombraron defensores, se invitaron testigos,
incluso se pregunto pro forma los animales criminales. La sentencia habitual,
una vez aprobada la culpabilidad, era la muerte.
- En Basel juzgo en 1474 un magistrado un gallo
por el acto criminal innatural de haber puesto un huevo. Fue quemado en
la hoguera.
- Del año 1750 conocemos un caso donde se acusó
a una burra por haber mantenido con un hombre relaciones inapropiadas.
Durante el proceso se declaró inocente la burra (a diferencia del hombre).
El alcalde de la aldea y un sacerdote habían jurado, que conocían la burra
desde hace cuatro años y que había sido siempre pura y respetada.
- Famoso también el caso de las ratas de la
provincia Autun, que destruyeron a posta la cosecha. 1522 fueron
invitados al juzgado, pero no aparecieron. Su defensor alegó el peligro de
viajar que tenían las ratas, debido a la vigilancia de sus enemigos más
mortíferos, los gatos.
Esta lista se podría continuar,
con gorriones que cantaron en una misa, un cerdo que comió una hostia y murió
estrangulado.
Muy escurril eran los procesos
judiciales contra las plagas de insectos. El castigo habitual de esos
destructores de cosechas solía ser el destierro. Un representante legal declaró
esta sentencia en los campos afectados por los insectos. Si seguían
permaneciendo, se hacia ejecuciones ejemplares individuales, o fueron
excomulgados por un sacerdote.
¿Eran procesos judiciales
serios, de los estados modernos nacientes? ¿Eran acusaciones hechas por
abogados y juristas bromistas? Algunos de los procesos eran parodias del
sistema judicial, opina Smith, pero la mayoría de los procesos judiciales se
tomaban bien en serio.
Nuestro sistema judicial actual
se basa en la idea que solo se puede castigar seres vivos racionales, capaces
de tener una moral. Antes de la ilustración del siglo XVII la idea era
distinta.
Una mezcla de supersticiones,
leyes bíblicas y restos malformados de la filosofía greco-romana convertían los
procesos judiciales contra los animales en procedimientos serios y adecuados.
Ojo por ojo, diente por diente: Si había injusticia, se debía equilibrar el
universo. La muerte de los animales criminales eliminaba el mal hecho por
ellos.
El cambio llego con René
Descartes, quién hizo popular la idea de un mundo mecánico, donde los animales
eran mas bien autómatas que criaturas con alma.
Hoy en día se entestecía a un
perro si solo daña un niño. Hacemos ejecuciones, dice Smith, antes al menos
recibieron los animales un proceso judicial como es debido.
Lo que llama la atención es la
coincidencia que esas sentencias (burlescas) dominaban en los siglos XV y XVI,
que coincidía con el nacimiento de los estados modernos europeos que
necesitaban de sistemas judiciales eficaces y uniformados, gestionados por
jueces profesionales.
Y aunque las sentencias de
animales después se redujeron, no olvidemos que hasta el siglo XVIII fueron
sentenciados brujas, magos y sirvientes demoníacos tanto en las hogueras
americanas como las europeas.
Pero se puede sospechar que
incluso en la Edad Moderna no se tomó muy en serio poner en juicio a un animal.
En 1597 se sentenció dos animales a muerte, un cangrejo y un topo. El primero
fue condenado al desahogo en el rió. El segundo debía morir siendo enterrado
vivo.
0 Kommentare:
Publicar un comentario