9 ene 2016

Un cerdo criminal: Los juzgados modernos y los animales


Durante la mañana del día de la pascua se convirtió un cerdo en asesino. Jehan Lefant estaba en esos momentos en el campo con sus vacas, su mujer estaba en la aldea vecina. Entonces entró el animal en su casa y comió cara y cuello de su niño, que estaba en la cuna.
Eso ocurrió el 14 de junio de 1494 en Clermont, en el noreste de Francia. A comienzos del siglo XIX descubrió el cronista Edgard Evans esta nota en los textos judiciales. Varios testigos fueron preguntados, quienes explicaron los hechos desde su punto de vista bajo juramento, tal como derecho y razón lo exigen, cita Evans. El cerdo fue detenido y encerrado en un monasterio cercano. Más tarde se le juzgó con la pena de muerte, debía morir estrangulado.

¿Un cerdo, sentenciado con la pena de muerte? Suena absurdo. Pero ese comportamiento era, durante siglos, habitual en la Europa medieval, incluso en la Edad Moderna. Justin Smith de la Universidad Paris Diderot ha estudiado ese fenómeno. Hubo varios casos durante siglos, dice. En Francia, también Suiza, Alemania e Italia fueron juzgados desde el siglo IX hasta el siglo XVII animales por tribunales. Tan absurdo no es, si recordamos que Jerjes (y numerosos otros gobernantes) castigó al mar mediterráneo, ordenando que se les disparasen flechas, por hundir una flota entera.

Perros, cerdos, vacas, ratas, incluso saltamontes llegaron ante el juez por asesinato, blasfemia o destrucción de cosechas. Se nombraron defensores, se invitaron testigos, incluso se pregunto pro forma los animales criminales. La sentencia habitual, una vez aprobada la culpabilidad, era la muerte.

  • En Basel juzgo en 1474 un magistrado un gallo por el acto criminal innatural de haber puesto un huevo. Fue quemado en la hoguera.
  • Del año 1750 conocemos un caso donde se acusó a una burra por haber mantenido con un hombre relaciones inapropiadas. Durante el proceso se declaró inocente la burra (a diferencia del hombre). El alcalde de la aldea y un sacerdote habían jurado, que conocían la burra desde hace cuatro años y que había sido siempre pura y respetada.
  • Famoso también el caso de las ratas de la provincia Autun, que destruyeron a posta la cosecha. 1522 fueron invitados al juzgado, pero no aparecieron. Su defensor alegó el peligro de viajar que tenían las ratas, debido a la vigilancia de sus enemigos más mortíferos, los gatos.

Esta lista se podría continuar, con gorriones que cantaron en una misa, un cerdo que comió una hostia y murió estrangulado.
Muy escurril eran los procesos judiciales contra las plagas de insectos. El castigo habitual de esos destructores de cosechas solía ser el destierro. Un representante legal declaró esta sentencia en los campos afectados por los insectos. Si seguían permaneciendo, se hacia ejecuciones ejemplares individuales, o fueron excomulgados por un sacerdote.

¿Eran procesos judiciales serios, de los estados modernos nacientes? ¿Eran acusaciones hechas por abogados y juristas bromistas? Algunos de los procesos eran parodias del sistema judicial, opina Smith, pero la mayoría de los procesos judiciales se tomaban bien en serio.
Nuestro sistema judicial actual se basa en la idea que solo se puede castigar seres vivos racionales, capaces de tener una moral. Antes de la ilustración del siglo XVII la idea era distinta.
Una mezcla de supersticiones, leyes bíblicas y restos malformados de la filosofía greco-romana convertían los procesos judiciales contra los animales en procedimientos serios y adecuados. Ojo por ojo, diente por diente: Si había injusticia, se debía equilibrar el universo. La muerte de los animales criminales eliminaba el mal hecho por ellos.
El cambio llego con René Descartes, quién hizo popular la idea de un mundo mecánico, donde los animales eran mas bien autómatas que criaturas con alma.

Hoy en día se entestecía a un perro si solo daña un niño. Hacemos ejecuciones, dice Smith, antes al menos recibieron los animales un proceso judicial como es debido.

Lo que llama la atención es la coincidencia que esas sentencias (burlescas) dominaban en los siglos XV y XVI, que coincidía con el nacimiento de los estados modernos europeos que necesitaban de sistemas judiciales eficaces y uniformados, gestionados por jueces profesionales.
Y aunque las sentencias de animales después se redujeron, no olvidemos que hasta el siglo XVIII fueron sentenciados brujas, magos y sirvientes demoníacos tanto en las hogueras americanas como las europeas.

Pero se puede sospechar que incluso en la Edad Moderna no se tomó muy en serio poner en juicio a un animal. En 1597 se sentenció dos animales a muerte, un cangrejo y un topo. El primero fue condenado al desahogo en el rió. El segundo debía morir siendo enterrado vivo.




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