(Eso es una continuación de la tercera parte del análisis)
La revuelta progresista
Vamos a llegar a la última parte de la obra de Kolja Möller: Su “revuelta progresiva” y su “revuelta buena”.
Una revuelta progresiva – guiada por partidos como Podemos (España), Bündnis 90/Die Grünen y Die Linke (Alemania), Labour Party (bajo Corbyn) y Synaspismos Rizospastikis Aristeras (de Alexis Tsipras) – procuran movilizar al pueblo, pero sin el concepto identitario como lo define Kolja Möller, es decir: Sin suponer la existencia de una nación preconstitucional a la que se pertenece por nacimiento, sino al contrario. El populismo progresivo hace referencia a un pueblo constitucional.
El populismo progresivo también se caracteriza por la generalización y popularización de los intereses de grupos concretos (como de minorías discriminadas, las mujeres, etc.), ampliando de esta manera los intereses, pero de una forma constructiva (a diferencia de las propuestas del populismo autoritario, en la que se exige asimilación o expulsión de las minorías discriminadas que ponen en peligro a la “mayoría silenciada).
El origen del populismo progresivo es similar al del populismo autoritario: La globalización y la toma de decisiones “desde arriba” (WTO, IWF, ISICSD, UE) sin pedir la opinión al pueblo. En este sentido se sigue el concepto básico del populismo: Abajo contra arriba, omitiendo la trampa identitaria.
Ahora bien, según Kolja identifica un grave fallo en el populismo progresivo: Se repite el error voluntarista. La voluntad del pueblo es lo esencial, y si algo no funciona, era porque no hubo suficiente voluntad – así que: La próxima vez se conseguirá los objetivos con MÁS voluntad. Por ello fracasan o tienen dificultades para triunfar.
A mi juicio, se le escapa a Kolja Möller otro error (que tiene también el populismo autoritario): La existencia de “líderes” con los que se asocian los movimientos (como Pablo Iglesias para Podemos).
El “buen” populismo y valoración final
Eso nos lleva al santo grial Mölleriano: La buena revuelta. Que en el fondo es como la revuelta progresiva, pero propone como alternativa de buscar los errores en la voluntad popular en la búsqueda de soluciones factibles. Y eso es el mayor drama que hay, a mi juicio, con su obra: Hace una excelente definición del populismo, una clasificación útil y explica especialmente bien al populismo autoritario o identitario. Solo su “buena” revuelta se reduce, básicamente, en aplicar el lema “tened un objetivo, pero aprended de los errores” (=”Strebt, aber lernt!”), como si el populismo progresivo no lo hiciera.
Exceptuando esta crítica, me parece una teoría tanto válida como práctica para el análisis de la política de la segunda década del siglo XXI.
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