25 ene 2013

El comienzo del Monopoly – o ¿Qué era realmente la “Gran Depresión” (1873 – 1914)? (III)


Se podría decir que las consecuencias económicas de las crisis eran por un lado la concentración empresarial y por el otro grado la tendencia hacia el proteccionismo. Evidentemente afectaban las crisis de igual grado al ámbito político y al social. Este “capitulo” se dedica al estudio de esos tres aspectos. 
De esa manera, en el primer instante, se tiene las consecuencias políticas de las crisis financieras: por un lado aumentó la influencia estatal en el mundo político, por el otro lado se procuró mejorar la situación de la clase baja. La política intervino en la bolsa mediante regulaciones, de igual forma comenzó controlar de forma más eficaz la emisión de la moneda.
El tercer instrumento empleado fue un aumento el proteccionismo con el fin de proteger los propios productos, evitando como efecto secundario una influencia considerable de las especulaciones financieras a nivel internacional. El otro camino fue una intervención estatal en las medidas sociales, ofreciendo servicios sociales y creando cajas de ahorros con el fin de evitar un considerable descontento social. 
Las crisis de las bolsas reforzaban el poder del estado, pero también transformó el mundo empresarial. El estado se fijó en proteger la industrial real y tranquilizar las clases bajas de la población, dejando tranquilo a las empresas. De esa forma se arruinaron las empresas familiares tradicionales y las empresas accionistas nuevas, lo que provocó el crecimiento de grandes y poderosas empresas accionistas monopolizadoras independientes de los actos y decisiones estatales. 
Finalmente afectaban las crisis financieras en la mentalidad y la cultura de los ciudadanos contemporáneos, que se manifestaba en las teorías neoclásicas, marxistas, nacionalistas y antisemitas. 

A modo de resumen, las crisis financieras provocaban un intento, tanto del estado como de las empresas, de crear estructuras centralizadas, homogéneas y estables, otorgando notable poder en manos de unos pocos, con el único fin de evitar factores inestables como la especulación. Sin embargo, igualmente sufrían las clases bajas y medias esas medidas. Tanto los precios como el control estatal aumentaban, y culturalmente se difundían ideas que sobrevaluaban la identificación con un grupo puntual (nacionalismo con una nación, marxismo con una clase, y antisemitismo con una raza). 

1) Las consecuencias políticas


Cuando varias empresas pequeñas se derrumbaron y abundantes personas, tras años de especulación, se arruinaron, reclamaban la ayuda del estado: la burguesía pequeña y media; en fin: la clase media. Temían la perdida de su preciado estatus socio-económico. 
El Kleinbürgertum era un grupo social cuyos miembros con considerable trabajo y ahorros lograban el salto de la clase baja (obreros y campesinos pobres) hacia la clase media, valorando la disciplina y formación. Los miembros de ese grupo solían ser terratenientes en el campo rural, abogados, profesores, funcionarios, médicos, la mayoría ubicada en zonas urbanas. La clase baja, que básicamente por falta de (suficiente) capital estaban ajenos del mundo de las especulaciones, era la que más sufría las consecuencias y su descontento de la situación social aumentó considerablemente. Debido a las crisis perdió la clase media su fe en el liberalismo y desconfiaban de los burgueses que tanto habían admirado (aún siguiendo   imitandolos). Por el otro lado temían las posibles protestas sociales o inclusos movimientos revolucionarios por parte de la clase social baja. 
Eso llevó hacia la llamada de ayuda al estado: el estado debe arreglar lo que el mercado había deshecho. Y el estado, cuyo pilar desde el siglo XVIII había sido la clase media a la cual prácticamente todos sus funcionarios pertenecían, reaccionó en los cinco campos que le eran posible: la regulación de la bolsa (con el objeto de evitar especulaciones), la regulación de la moneda (con el fin de evitar futuros crisis inestables); la protección del mercado propio; la intervención en las medidas sociales y otras ayudas del estado (como la infraestructura). 
Todas esas intervenciones tenían reclamadores diferentes que en numerosos casos se contradecían llevando a conflictos.

A modo de ejemplo: los campesinos terratenientes estaban interesados en el proteccionismo; por el contrario la clase media quería evitar de nuevo las especulaciones. Había un grupo económico que estaba parcialmente descontento por la intervención estatal: la burguesía alta. Seguían creyendo en el liberalismo, que resulta comprensible ya que habían sido los que menos sufrieron durante esos años. Sin embargo comprendían rápidamente que las intervenciones estatales tendrán unas ventajas: correos e infraestructura lo pagara el estado con el fin de apoyar la economía; servicios sociales los pagara el estado (y mantiene tranquilo los obreros y empleados); los especuladores serán limitados y controlados por el estado (ya que, aunque den grandes réditos, tenían un riesgo enorme de inestabilizar al mercado); y posibles competidores extranjeros quedarán fuera porque lo impedirá el estado. Medidas que estabilizaban necesariamente al mercado, beneficiando principalmente a la clase social que menos lo necesitaba. 

Obviamente la distinción hecha en ese ensayo entre las tres clases es muy simplificada; ya que se mezcla el ámbito urbano con el rural; y la elite industrial con la elite financiera. Debido a la necesidad de emplear unos conceptos generalistas, el autor pide perdón y ruega tener siempre en cuenta la naturaleza artificiosa y simplista de clase social. Se continúa con un estudio más detallado de las cinco intervenciones estatales:

1.1) Intervención en la bolsa 

La primera reacción ante la crisis de 1873 era muy similar a lo ocurrido en la España del 1875: La real orden de marzo de 1875 aumentaba la autoridad de la Junta Sindical (…) que reducía a la mitad el numero de agentes y aumentaba las fianzas al doble (…) Los agentes por su parte podían pedir garantías a sus clientes („Restauración y Regencia (1874 – 1902)“ en Bolsa: Revista Mensual de Bolsas y Mercados Españoles, numero 157, 32); y 1886 se proclamó un nuevo código de comercio. 
En Alemania se espero hasta la segunda crisis (1882 – 1886), en concreto 1884 (justo el momento más difícil en los Estados Unidos) cuando se aumento el mínimo de capital que era necesario crear acciones. Culminó en la publicación del HGB (Handelsgesetzbuch = código legal sobre el comercio). De esa manera pretendía excluir el estado la posibilidad de especular con escaso capital, logrando evitar el riesgo de disturbios sociales por movimientos de personas empobrecidos. Finalmente se suponía que cuando se obliga invertir más dinero para crear acciones, se requería una mayor responsabilidad. 
Jason Gould (1836 - 1892)
Por si fuera poco se alargo en numerosos países, entre ellos Alemania, el tiempo entre la creación de una empresa y la llegada a la Bolsa: un año. De esa manera se deshacían las empresas inestables antes de llegar a la bolsa y provocar una posible burbuja que explotaría. Los detalles se concretó en el Reichsbörsengesetz (ley imperial sobre la bolsa) de 1869. Esa intervención del estado resultó ser insuficiente. 

Los peores especuladores eran en innumerables casos personas extremadamente ricas, como el estadounidense Jay Gould. Había intentado aumentar sus riquezas especulando con oro en las bolsas de los estados unidos, provocando por poco una crisis 1869

1.2). Regulación estatal de la moneda – banco emisor 

La base de la economía es el dinero. Hace fluir al capital; es la sangre del cuerpo comercial. Ya hubo en la historia varios problemas con la liquidez: varios (¿incluso todos?) reyes medievales falsificaron el dinero con vistas a tener más ganancias personales (y en consecuencia se reducía el intercambio con monedas), y la gran devaloración de oro, plata y cobre en la edad moderna dificulto al comercio igualmente, por decir unos ejemplos puntuales.

Con la creación de las bolsas (la mencion más temprana sería con Joseph de la Vega) se convirtió el dinero en algo realmente global. Había un gran riesgo, tanto de la inflación como de la deflación. Se necesitaba valores estables orientativos. Era necesario si se quería asegurar la posibilidad de comerciar correctamente, teniendo en cuenta la demanda real del merado y las demandas irreales de las bolsas especulativas. 
Ya 1816 había creado Inglaterra el patrón de oro, ya que la cantidad de oro en el mercado raramente variaba, a diferencia de algodón o acero. Tampoco no se esperaba una invasión del metal dorado y plateado como ocurrió a lo largo de la edad moderna. 
La crisis financiera de 1873 despertó al continente y se fijaron en el ejemplo peninsular. Francia, Bélgica, los Países Bajos y Dinamarca adoptaron el patrón de oro, Austria, Japón y los USA les seguían en los años 90 del siglo XIX. En Alemania había una coexistencia con el patrón de la plata entre 1873 y 1907 (HENNING, F.W., Die Industrialisierung in Deutschland 1800 bis 1914, edit. Verlag Ferdinand Schöningh, Paderborn, 1973). España, excepcionalmente, actuó diferente. La salida de oro por pagos al capital exterior invertido en España (…) explican (…) el abandono del patrón metálico en una época en que la mayoría de las monedas europeas estaban definidas o iban a definirse en términos de oro (Restauración y Regencia (1874 – 1902), 31). En efecto la no incorporación al sistema (del patrón oro) era una de las lacras fundamentales de la economía de la Restauración (TIRADO FABREGAT, 27) y de ahí había una depresión real de la peseta (TIRADO FABREGAT, 12) que experimento un fuerte proceso de depreciación, alcanzando la máxima separación conocida en nuestra historia, en el años 1898 (TIRADO FABREGAT, 26). 

Con el objeto de controlar la estabilidad monetaria se fundó bancos estatales, también llamados bancos emisarios (Notenbanken). En Alemania se concedió ese derecho a varios bancos, el que más destacaba entre ellos era la Reichsbank, fundada 1875. Hasta 1888 habían concedido otros 19 bancos cuales habían tenido el derecho de emisión a ese banco; y 1900 cedieron otros seis. Así 1900 había en Alemania solo cinco bancos emisarios. 
La concentración de ese importante deber fue un proceso general en Europa, incluyendo España, donde en 1874, todavía en la Republica, Echegaray había concedido el monopolio de emisión de billetes al Banco de España (Restauración y Regencia (1874 – 1902), 32).

1.3) Proteccionismo 

Mientras que las anteriores medidas afectaron exclusivamente al ámbito mas abstracto, el capitalismo financiero, el proteccionismo tenia claro apoyo de varios influyentes grupos de presión en cada país. En realidad dividía el proteccionismo al mundo occidental en dos bandos: por un lado los librecambistas por el otro lado los proteccionistas, y según las circunstancias económicas cambiaron sus posturas. Alemania, Francia, Bélgica, Italia y los Estados Unidos solían tender hacia el proteccionismo; por el contrario los ingleses, daneses y holandeses solían ser librecambistas. España era, de nuevo, un caso extraño. 

La liberalización 

Lord Palmerston
en la casa baja del parlamento
a lo largo de los debates del
tratado Cobden-Chevalier,
pintado por John Philip 1863.
Un país es librecambista si su economía es capaz de competir o mejor superar a los competidores de otros países, permitiendo la libre importación y exportación tanto de productos propios como extranjeros. Eso era el caso con Inglaterra. 1846 había suprimido el último gran obstáculo, la aduana del trigo. Conforme iban industrializándose los países, se iban abriendo al librecambismo. 1860 crearon Francia e Inglaterra con el tratado Anglo – Frances (o Cobden-Chevalier) un mercado común (¿una especie de antecedente de la Unión Europea, se podría decir?).
Realmente Napoleón III había aceptado eso con el motivo conseguir el apoyo de los ingleses en sus aventuras italianas, ya que los industriales franceses protestaron energéticamente contra el librecambio. Como la mayor parte de los países europeos eran agrícolas, escasos países defendían al proteccionismo. De esa forma El Reino Unido se convertían en el mejor mercado de sus cereales, de sus lanas, de sus vinos, de sus carnes (SABATE SORT, Marcela, “El proteccionismo de fin de siglo”, en Studia Histórica – Historia Contemporánea, volumen 17, edit. Ediciones Universidad de Salamanca, Salamanca, 1999, 108). 
Los agricultores cerealistas del norte de Francia, los viñeros franceses del sur, los granjeros del algodón norteamericano y el trigo de Alemania: todos gozaban del librecambismo. Sin embargo, en España serán paradójicamente los hombres del “Trienio Liberal” (...) que no tendrán mas remedio que conceder un fuerte proteccionismo con el fin de poner a salvo del trigo nacional (ALMUIÑA FERNANDEZ, Calso, „El proteccionismo cerealistico castellano en el XIX“, en historia 16, numero 41, 57); de todas formas 1869 se inicio el librecambismo con el ministro de hacienda Figuerola

No solo el cereal se iba abriendo el mercado sino también otros productos, como hierro bruto.
En la grafica superior se puede ver como desde 1868/69 se iba reduciendo los precios de las aduanas
de 20 marcos para cada tonelada a 1 en 1873. 

El proteccionismo continental 

Hubo una serie de circunstancias que provocaron el renacimiento proteccionista. Entre 1865 y 1876 se sufría unos años de pésima cosechas (HENNING, F.W, 56) en España y Italia, y al mismo tiempo llegaba considerable trigo barato de los USA y de Rusia, evitando de esa forma muertes hambrunas. Sin embargo, la “competencia del grano ultramarino y rusa (…) provoca el desploma de los precios agrícolas en Alemania, Francia, Escandinavia, Italia y países Bajos, y reprime las rentas de los campesinos autóctonos” (SABATE SORT, 110). El campo agrario se veía amenazado. A pesar que la clase baja gozaba de precios bajos de pan, se aliaron los campesinos con los industriales con el fin de formar una alianza proteccionista contra la amenaza de la competencia (SABATE SORT, 113). 
De esa forma se crearon en Alemania la alianza entre grano y hierro (Bündniss von Roggen und Stahl) (Z – Welturkunde, 208), en Francia los cerealistas del norte quienes en 1860 aún habían estado a favor del librecambismo cambiaron su opinión; incluso los viñeros se aliaron, ya que una plaga había deshecho sus uvas. Tan grave era su situación que ya en 1880 los vinos importados son mas que los exportados (SABATE SORT, 118). 
En España, los grupos de presión y los periódicos El Norte de Castilla (fundada 1856) y La Crónica Mercantil (fundada en 1863) lograron, junto con los industriales de Cataluña y el País Vasco, terminar con el librecambismo en 1875. Cuando entre 1822 y 1892 llegaron los liberales fusionistas en España al poder, vuelve el librecambismo por un momento, ya que la arriba mencionada plaga filoxérica por los viñedos franceses alentó una fuerte demanda del vino común español. Entre 1875 y 1892 el transporte de vinos (…) se quintuplico (Restauración y Regencia (1874 – 1902), 30). En 1892 terminó ese breve periodo y se imponía el proteccionismo de nuevo. Cuando el ministro Maura años mas tarde intentó reformar el arancel, los intereses cerealisticos castellanos se convirtieron en un poderoso grupo de presión antirreformista (ALMUIÑA FERNANDEZ, 81). 

¿Qué peso tenía el mundo agrícola en ese mundo industrializado? Aún en el siglo XIX su importancia era considerable. A modo de ejemplo: Alemania era uno de los países mas industrializados en el continente de Europa, aun así la mitad de la población adulta trabajaba en el sector primario. Debido al crecimiento demográfico importaba especialmente el trigo, como ocurrió en España. 1861 / 1870 las importaciones en grano y harina representaban el 4,5 % de la producción nacional y en 1877 / 1879 un 20, 22 % (SABATE SORT, 118).
Evidentemente los agrícolas nacionales de todos los países querían protegerse contre el trigo extranjero, para sus propios beneficios. Los industriales europeos a su vez querían proteger sus fábricas crecientes contra los productos ingleses e americanos – como Cataluña con su industria textil o el país vasco con su hierro. Francia había intentado caminar un camino moderado – siendo proteccionista, hacia tratados excepcionales con otras naciones, como Bélgica, Portugal, España, Holanda, Noruega y Suiza. Ahora bien: como la situación agrícola se empeoró se elimino esos tratados con el arancel Meline en el año 1891. 
Francia abandonó su excepcional camino, reduciendo los tratados favorables en hojas insignificantes. El movimiento proteccionista, en suma, encontró un factor de apoyo en la idea de que podía contribuir a la defensa del trabajo nacional (SABATE SORT, 111). Había una constelación de fuerzas sociales, intelectuales, políticas y economías. 
 Bismarck aplicó 1879 la aduana alemana sobre trigo, madera, hierro y ganado. Estaba presionado por los partidos conservadores como el Zentrum (el partido católico), donde había abundantes intereses agrícolas e industriales medianos. Esas medidas iban contra el partido liberal (Nationalliberale). 
Los industriales potentes, quienes al inicio habían estado escépticos con el proteccionismo, veían rápidamente que de esa manera podían crear más rápido un monopolio o claro dominio en el mercado nacional. Finales de los años 70 del siglo XIX cerraron Francia y Alemania sus mercados; en los años 80 les seguían Noruega, Austria – Hungría, Suiza, Bélgica, Italia, Suecia y Portugal, finalmente en los años 90 España y Francia (eliminado los tratados excepcionales). 
Desde 1911 Europa estaba lleno de aranceles que favorecían de ninguna forma el libre intercambio, manteniendo los precios elevados y dejando el control del comercio y la producción en unos pocos empresarios. 

El proteccionismo ultramar - EEUU

En los Estados Unidos la situación era diferente. Tenían una industria avanzada que era capaz de competir con la alemana y la inglesa; su agricultura poderosa exportaba el trigo de todos los otros países europeos. Aun así la economía norteamericana no había sido librecambista. Todo lo contrario: era muy proteccionista con su propio mercado. Lo que apoyaban era el librecambismo de otros países. Con anterioridad a la guerra de sucesión la tendencia hacia tarifas mas bajas culminó en 1857, cuando los intereses sureños relacionados con el algodón y el tabaco eran aun políticamente fuertes (SABATE SORT, 124). Con posterioridad a la guerra de sucesión se seguía con esas medidas. 
Caricatura sobre el imperialismo del dolár,
siglo XIX.
La contradicción de las ideas simultaneas librecambistas y proteccionistas se podía ver en el arancel de MacKinley de 1890, que incluía una cláusula interesante: La idea era promover la colocación de los excedentes estadounidenses en los mercados latinoamericanos, y con ese fin, la cláusula reconocía al presidente la facultad de suspender la libre entrada de azúcar, melazas, café, te y pieles (…) en el supuesto de que los países de origen tales artículos pudieran considerarse injustos o no razonables (SABATE SORT, 125). No había mejor manifestación del imperialismo del dólar. 
Brasil, España (Cuba y Puerto Rico), Inglaterra (Barbados, Jamaica, Trinidad, Windward Islands, Guayana), El Salvador, Nicaragua, Honduras y Guatemala tenían que aceptar ese arancel, y seguían otros aranceles proteccionistas, como el arancel Payne – Aldrich de 1909. 

Los últimos librecambistas 

En ese mundo, que fue liberal en el sentido económico hasta 1878, quedaron solo tres países librecambistas: Inglaterra, Dinamarca y los Países Bajos. La explicación era bastante fácil: en esos países la conexión entre los sectores productivos (industriales), agrícolas y el sector del capital era muy fluido. Los bancos y compañías accionistas ingleses, holandeses y daneses invertían su dinero en proyectos y empresas de otros países. Para ellos no era necesario cerrar su mercado para otros productos, ya que solían tener una industria potente, como era el caso con la fábrica del mundo: Inglaterra. El siglo XIX era el siglo inglés, y no tenían que temer ninguna competencia. En todos esos tres países la agricultura no era muy relevante, solo el 20 % de la población activa trabajaba en el sector primario, a diferencia de Alemania, Francia y los países mediterráneos. 
Por esa razón los países bajos dejaron el proteccionismo, comenzando con la eliminación de los aranceles en 1862, y dejaron sus mercados abiertos pesar de que su agricultura de trigo y patatas estaban sufriendo a lo largo de la década de los 70. (LADEMACHER; Horst, Geschichte der Niederlande, edit. Wissenschaftliche Buchgesellschaft Darmstadt, Darmstadt, 1983, 242 – 248). La razón principal que permitía a esos dos países su camino excepcional eran las colonias: importación barata de productos primarias valiosas y la posibilidad de vender los productos indústriales en esas mismas colonias de nuevo. Más aún Inglaterra, ya que el 40 % de los productos ingleses iban a las colonias (SABATE SORT, 122). 
Obviamente, esos países librecambistas no meran liberales idealizadoras. Con la Fair Trade League inglesa de 1881 se preconizaría la imposición de derechos de represalia (…) sobre los productos originarios de países que no dejan entrar libres de derechos a los (productos) manufacturados británicas (SABATE SORT, 121) y en la Tariff Reform League de 1903 se aclaro que sobre los productos manufacturados se tendría que pagara un 10 %, sobre trigo el 7 % y sobre carne y lactosa 5 %. Eran medidas proteccionistas suaves en comparación con las otras naciones, y similares a las decisiones tomadas en los países bajos y Dinamarca. 

Concusión 

El librecambismo favoreció únicamente las naciones que previos al siglo habían desarrollado una fuerte industria con acceso a propias colonias, como era el caso ingles y holandés. Los otros países – tanto coloniales como Francia, España y Bélgica, como los sin colonias o los que los adquirieron más tarde, como los USA, Alemania y Austria, usaban del proteccionismo para evitar que sus mercados se hundan bajo los productos industriales ingleses. 
De esa forma conseguían algunos países igualar la producción inglesa, siendo capaces competir con ellos, como ocurrió con los Estados Unidos y Alemania. Ahora bien: ¿Por qué ese viaje por el mundo proteccionista? Porque el proteccionismo protegía y limitaba únicamente al mercado real y dejaba fuera a la bolsa. El dinero podía viajar por todo el mundo libremente; y en consecuencia provocaba alguna u otra crisis pequeña. Realmente el proteccionismo era una medida que no afectaba al capital, pero reducía indirectamente las consecuencias negativas de una especulación financiera ya que un mundo sin ser librecambista no permitía la creación de un mercado global, y por ende no concedía mucho poder al capital abstracto. 
Las negativas son evidentes: el proteccionismo no favorecía los precios, los productos en los países eran de mala calidad o de un coste elevado. Cuando a partir de 1918 comenzó la era del comercio global, cuando lentamente se empezaba eliminando las barreras comerciales, se permitían grandes proyectos, se podían crear empresas multinacionales y se comenzó con una producción masiva asequible para la mayor parte de la población. 
Eso si: también significaba el comienzo del crecimiento de la bolsa. 

1.4) Intervención en medidas sociales - Situación de la clase baja 

Como ya se ha mencionado varias veces las victimas reales en vez de ser la clase alta o clase media fue la clase baja: campesinos pequeños, jornaleros, y cada vez mas los obreros urbanos. Al inicio el librecambismo y las crisis habían sido ventajosos: había una fuerte deflación, los precios caían; pero el paro existente se mantenía. Con el proteccionismo y la estabilización monetaria cambiaron las circunstancias: los salarios de los obreros crecían simultáneamente con los costes, lo que causó que en realidad era imposible hablar de un crecimiento de riqueza en la vida diaria.

HENNING, F.W, 220.

Ese grafico muestra el desequilibrio: los sueldos medios de obreros (Löhne) crecían de 100 a aproximadamente 160 marcos mensuales; ahora bien: los costes de alquiler (Mieten) que se tenía que pagar crecía más rápido. Igualmente subieron los gastos de la comida diaria: el pan, antes por el trigo americano y ruso muy barato, era debido al proteccionismo más caro porque se tenía que comprar el pan con trigo de su propio país, que encima de ser productivamente costoso; sufría de vez en cuando cosechas malas. Como tanto los precios como el paro comenzaron convertirse en problemas graves, se veía necesario una intervención estatal con el fin de evitar posibles movimientos de la población; acompañado con una cierta filantropía por la clase media y alta. 
Las dos medidas de mayor uso fueron las cajas de ahorro y los servicios sociales. De esa forma en Alemania legisló Bismarck en 1879 una serie de leyes sociales con vistas de integrar al obrero alemán en el estado, como la seguridad social para enfermedades en 1883, la seguridad para accidentes en 1884 y la seguridad social para inválidos y ancianos en 1889. Al mismo tiempo se prohibía el partido social – demócrata (Die Deutsche Geschichte, Volumen 3, Braunschweig, 2001 & Informationen zur politischen Bildung – Das 19. Jahrhundert 2, Numero 164, München, 1993). 
En otros países como Inglaterra ya se había hecho esas medidas medio siglo antes, de ahí el motivó de la tardía aparición de un partido socialista; sin embargo tanto el estado español como el estado recién fundado de Italia eran incapaces de aplicar medias similares por la falta de una economía que podría financiar esos proyectos. 
La segunda medida aplicada, menos estatal y más privada (y filantrópica), eran las cajas de ahorro. En la mentalidad del burgués medio, lo mejor que se tiene que hacer con el fin alcanzar algo, era ahorrar – y con las cajas de ahorro se podía integrar y animar mejor a la clase baja. Con este tipo de entidades la burguesía trataba de generar organismos con capacidad de captar el pequeño ahorro proveniente de las clases populares urbanas y ponerlo en circulación dentro de los circuitos financieros ordinarios (MARTINEZ SOTO, Ángel Pascual, “Las cajas de ahorros españolas en el siglo XIX: entre la beneficencia y la integración en el sistema financiero” en Revista de Historia Económica – Journal of Iberian and Latin American Economic History, año 18, numero 3, 2000, 621 y 622). La mayor parte de las cajas y montes que se fundaron (…) lo fueron por la iniciativa privada (MARTINEZ SOTO, 622). A pesar que eran proyectos privados, el estado se ocupo de “estimular” este tipo de iniciativas (MARTINEZ SOTO, 622), como ocurrió en España con el real decreto de 1875 y la ley de 1880 en las que se promueve la fundación de cajas y monetes en todas las provincias donde no existían (MARTINEZ SOTO, 607).
La creciente importancia de las cajas de ahorros (que incluso en el primer decenio de 2009 habían resultado ser las entidades financieras más estables) se manifestó, a modo de ejemplo, con los datos de las cajas de ahorro alemanes. 



En la tabla superior se observa en miles de millones del antiguo marco alemán la importancia que tenían tanto las cajas de ahorro como las cooperativas de crédito en Alemania. Con posterioridad a la crisis de 1873 se había aumentado la importancia de las cajas de ahorro a 2.78 miles de marcos, lo significo que poco más o menos un tercio de todo el capital fluido alemán eran ahorros. Esa tendencia creció hasta 1913: con corta diferencia la mitad de todo el capital alemán estaba en manos de las cajas de ahorros, y por poco la otra mitad (22.04 miles de marcos) estaba en los manos de los bancos de crédito y de los bancos hipotecarios privados (13.55 miles de millones). 




MARTINEZ SOTO, Cuadro 12, 616.

Igualmente en los otros países se notaba un crecimiento similar: las cajas de ahorros de España e Italia crecían continuamente; igualmente como las cajas francesas. Con posterioridad a las épocas de crisis, 1873, se duplicó aproximadamente la cantidad: entre 1870 y 1875 se subió en España de 9,3 a 23,5 millones de pesetas, en Italia de 384,1 a 527,2; y en Francia de 1.425,9 a 1.750,0. 
Una evolución que, a lo largo de los crisis financieras, no hizo más que continuar. Aparte de las medidas mencionadas había otros intentos de intervención estatal: en la infraestructura y en un aspecto más bien formal. Hasta 1873 existían en toda Europa abundantes empresas ferrocarriles privadas. 

De todos modos después de la primera quiebra de bolsa y otros pánicos de ferrocarriles siguientes, como la de los USA 1890, comenzó el Estado a tomar el control sobre el esqueleto de la economía: la infraestructura. Antes financiaban los bancos de emisión los trenes. Cuando estaban desapareciendo o arruinándose, era necesario que el estado mantenga ese esqueleto estable. Los estados nacionalizaron o controlaban los correos, varias empresas ferrocarriles con sus respectivas vías, el gas (empleado tanto para la calefacción como para la iluminación), las redes (tuberías, fuentes, máquinas) de agua potable y mas tarde la electricidad. De esa manera se quería prevenir tanto disturbios sociales por la falta de esos servicios o una explosión de precios, y se quería asegurar la sobrevivencia de la economía. 


HENNING, F.W., 240.

En la imagen superior se puede ver, como en Alemania el número de los trenes privados (Privatbahnen) iban decayendo desde 1875; mientras que el numero de los trenes estatales crecían extraordinariamente (Staatsbahnen). Una medida interesante se tenía en Inglaterra. Por la crisis de 1887 se aclaro que se debe marcar de donde procedían los productos escribiendo el famoso Made in…. en cada producto. 
Los ingleses estaban convencidos que su mercado estaba en crisis por la oleada de productos alemanes (los equivalentes a los productos chinos de la segunda mitad del siglo XIX, si se permite esa comparación) que eran muy baratos aunque de mala calidad; y por si fuera poco solían tener nombres similar a la de los productos ingleses con el fin de confundir al cliente. Tras pocos años esa ley inglesa se volcó en contra de los propios ingleses cuando los productos alemanes comenzaron a tener una calidad cada vez mayor, como muebles o cuchillos (BRÄUNLEIN, Peter, „Made in Germany“, en GeoEpoche – Die Industrielle Revolution, Numero 30, Hamburg, 2008, 129 – 130). 
Como se puede comprobar, el estado intervino en varios asuntos económicos (la bolsa, la infraestructura, la seguridad social), pero con todo difícilmente podía intervenir en la producción misma. Eso se veía especialmente en los USA donde las empresas productivas eran auténticos estados dentro del estado, cuales defendían celosamente al Laisser Faire.
Las leyes como el Sherman Anti Trust Law de 1890 tenían escasos efectos y hasta 1929 podían mantener muchas empresas su monopolio. Lo mismo ocurrió en Europa: quitando a los sectores vitales (como las redes ferroviarias) no se quería molestar a las propias industrias. 
Por ese motivo se ignoro las protestas en Alemania, cuando la joven y prospera industria química ensuciaba desde 1860 ríos y lagos, poniendo en peligro la agricultura, bebida en sanidad de muchas regiones. Ahora bien: el estado no quería ni podía impedirlo, ya que 1877 la industria química alemana producía a nivel global la mitad de todos los colores sintéticos, convirtiéndose en un gigante financiero alemán (BERNHORST; Ralf, „Die Giftmacher“, en GeoEpoche – Die Industrielle Revolution, Numero 30, , 2008, 131 – 137). 

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