10 ene 2011

La necesidad de ambición por falta de poder

Jaime Nubiola dice que en el primer capitulo de su obra “El taller de la filosofía” que se debe tener “placer” cuando se hace una actividad como cuando se lee o se escribe. En mi opinión eso raramente es la normalidad. Por el contrario es la gran excepción. Normalmente se tiene que leer y escribir por obligación en vez de hacerlo con gusto. El novelista tiene que escribir lo que quiere el público, el alumno tiene que escribir cuando desea aprobar, el policía tiene que escribir un informe para que el caso sea archivado. Pocos son como Goethe quien escribe lo que quiere o vive en un tonel para vivir su filosofía. La mayor parte del tiempo están dedicados a actividades incomodas, despreciadas y escasamente aspiradas.
Algunos trabajos que escribo para la universidad dejan de ser placentero desde el inicio – principalmente dependiendo de la asignatura. Únicamente con la disciplina adquirida durante años y por miedo a la mala nota intento con un gran esfuerzo realizarlos.
¿Cómo se realizan entonces las actividades despreciadas? Hay tres elementos necesarios: la motivación, la ambición y la disciplina. La ambición lleva a la meta lejana, el “placer” al que se quiere alcanzar. La motivación es la energía pura que se tiene para ir a una meta – como por ejemplo leer un libro pésimamente escrito porque la lectura da al lector unos conocimientos importantes que desea saber. Cuando solo esa motivación está presente se tiene una actividad hecha con “gusto placentero”, de buena calidad y con alegría, sin embargo en realidad eso es la excepción. Con la disciplina se regula ese gusto, para evitar el desorden y para llegar a lo que se quiere. De todas formas si el camino – la misma actividad – es pesada, aburrida, se necesita un tercer elemento: la ambición. La ambición sustituye en cierta medida la motivación, o mejor dicho se pone a su servicio. La motivación sigue siendo el leer el libro por su contenido. La ambición, el hermano mayor de la motivación, le coge a hombros para llevarle hacia dicha meta. Eso suele ocurrir en la mayor parte de los casos – nada de placer, sino ambición y disciplina. Para decirlo así: la meta es el cine y la disciplina el coche para ir hacia allá. Cuando las carreteras son fáciles, placenteras para un conductor, él va con un mapa clásico hacia la meta. Ahora bien: si son carreteras malísimas, difíciles, largas, se necesita la ambición para llegar a la meta – un GPS.
¿A qué sorprende la división que existe realmente entre el trabajo y el ocio? ¿Cómo es que la mayor parte de la población desea el lunes que ya haya llegado el viernes? ¿Por qué ese afán, ese deseo de tener vacaciones?
Porque gracias a las tres revoluciones industriales (El primero con carbón, el segundo con petróleo y el tercer con electricidad) la mayor parte de la población ha conocido el placer, el ocio, el tiempo libre. Se tiene parques de atracciones, cine, libros. El ocio ya dejaba de ser un privilegio de las clases altas, y fue también de las bajas. Se comenzó la separación entre tiempo de trabajo y tiempo de ocio, todos pueden leer lo que quieren.
¿Para que va uno a la universidad? Algunos lo hacen por obligación; otros por gusto. Quieren estudiar lo que desean. Yo también estudié porque lo deseaba. Aun así después comenzó la vida real, verdadera, el tiempo del ocio acabó: para tener trabajo se necesita un Master; como el MUP. Dicho Master incluye una serie de contenidos que despiertan en mí un interés mínimo, en casos nulo. De todos modos debo cursar, aprender, analizar y comprender. Si dejo de hacerlo, la obtención el titulo es imposible y arriesgo que mi futuro laboral termine debajo de un puente.
Tengo que prestar atención, esa dichosa fuerza negativa, aunque mis intereses sean diferentes. La mayor parte del tiempo durante la semana tengo que dedicar a esas actividades. Hacer lo que a mí realmente me gusta, solo es posible en el tiempo libre que suele ser el fin de semana.

La realidad permite esa vida lujosa de hacer muchas actividades por placer solo a unas pocas personas; sean ayudantes de una ONG, profesores de filosofía o un padre de familia afortunado. La lectura forzada es cansada, frustrante si es un texto complicado, aburridísima. De todas formas la disciplina obligara finalizar la tarea. Si es un libro escogido voluntariamente, se tiene la suerte de dejarlo al lado.
Sin embargo tiene que usar de la disciplina y la ambición para seguir de vez en cuando también en algunas actividades de ocio. En muchas ocasiones resulta que después de un inicio espeso y “rancio” de un libro se tiene a un contenido interesante y divertido. Por ejemplo “El señor de los anillos” tiene para algunos un inicio pesadísimo, una vez pasado por esa montaña se tiene un valle interesante.

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