(Inspirado por “Briefe an einen jungen Dichter” de R.M.Rilke)
Endériz, el 31 de diciembre 2010
Querido amigo,
Tras semanas de silencio voy a responder la carta que me mandaste. Lo leí con ilusión, desafortunadamente no pude escribirte antes porque tenía abundante trabajo que hacer.
Lo que me encanta es lo positivo del afán tuyo: ser objetivo en tu trabajo, indicando las fuentes, demostrando la verdad. Intentas enseñar las cosas como son; de la manera más neutral posible.
Como siempre hay ciertos asuntos que te recomiendo tener en cuenta. Uno sería que, siendo historiador, deberías mejorar tu estilo de escribir. Claro, lo que escribes es correcto y comprensible, aun así lo que empobrece tu trabajo es la manera, la forma como te expresas. Un historiador escribe para ser leído; no para investigar aislado en un archivo y publicar textos espesos y malísimos de leer para un público minúsculo. Fíjate: Los grandes historiadores del siglo XIX fueron simultáneamente novelistas excelentes; incluso personas poco subjetivas y muy de derechas, como Félix Dahn, ejercían el trabajo de investigador y de escritor.
En tu caso cuando hablo de mejora no me refiero a la ortografía por el hecho de que leyendo exhaustivamente se pueden eliminar todos los errores gramaticales. Lo que doy importancia es tu miedo, si, tu horror de ser subjetivo. Intentas ser tan neutral y objetivo que te olvidas el vestido narrativo. Antes de todo: estate continuamente consciente que ningún historiador logra ser totalmente objetivo; siempre y cuando exista al menos el deseo de serlo ya es suficiente. Además ser objetivo no significa necesariamente ser neutral. Como lo comenta un autor español de tebeos, que me gusta bastante, cuando dibuja unos tebeos sobre la guerra civil española: “En estos álbumes sobre la guerra de España (…) he hecho tremendos esfuerzos por ser objetivo, ¡objetivo! Que nadie me pida que sea neutral ante el fascismo”. Lo que te ruego es que al menos indiques de vez en cuando tu opinión personal. Ten cuidado, amigo: tienes que señalar claramente que lo que escribes es claramente tu opinión con el fin de no perder la objetividad. De esa manera puedes mejorar la calidad de tus textos.
Asimismo puedes mejorar significativamente la calidad de tus trabajos si usas metáforas y adjetivos. Entiendo tu miedo de escribir cosas como “los nacionalsocialistas crueles” ya que de esa manera piensas que dejas de ser objetivo. Escribes por ejemplo “1571 conquistaron las tropas del samurai Oda Nobunaga al monasterio de la montaña sagrada Hiei. No hacían prisioneros (20.000 muertos) y se quemaron todos los 3000 edificios”. ¿Es históricamente correcto? Sí, son datos fiables. Pero como demuestra un autor alemán de un artículo de una revista se puede enriquecer la forma como se explican esos hechos: “1571 manda Oda Nobunaga la conquista de la montaña sagrada Hiei. Y da una cruel orden: No se hacen prisioneros. Después de la batalla yacen 20.000 muertos en los pendientes del monte. 3000 edificios están en llamas que iluminaron Kyoto durante tres días. Después lo apaga el viento con las cenizas.” ¿No te suena mejor, más divertido? Incluso el autor lo escribe en presente en vez de pasado.
O la siguiente frase: “It is hard to imagine that anybody could regard the deeply stupid Nikolas II or the drooling, retarted Taisho emperador, for example, as the representative of Gods will on Earth”. Admito: esa frase ya tiene elementos demasiado subjetivos; no obstante si se modifica los adjetivos puede ser una frase magnifica. Si no te ha gustado, ya que es una frase de un autor reciente sin formación histórica, te doy un último ejemplo de un historiador excelente: Henri Pirenne. Abriendo al azar uno de sus libros me encuentro con la siguiente frase ilustrada: “Eran, pues, desembarcaderos, donde se acumulaban, en virtud del juego de la circulación, mercancías destinadas a ser transportadas más lejos”. Tanto el “pues” como “la virtud del juego de circulación” convierten a una frase que solo explica que se usaba un lugar como deposito en una red comercial hacia un elemento que parece ser de una novela escrita.
La historiografía solía ser confundida con las listas de anécdotas; y por esa razón suelen ser pasado de ser percibidas esos detalles. De todas formas un texto que carece de anécdotas, de pequeños elementos graciosos, deja de ser interesante. No digo que en cada página aparezca un detalle, un hecho curioso que es real, y de todos modos insignificante. De vez en cuando sí debería aparecer. En un artículo sobre Sissi, o Elizabeth, la esposa del ultimo emperador austriaco – húngaro, se menciona en dos frases que ella amaba tanto el mar que se había hecho un tatuaje de un ancla. ¿Es importante con vistas a entenderla? Al menos es un detalle interesante, se puede estar seguro que eso queda en la memoria: ¡una princesa Habsburgo con un tatuaje! O volviendo a la obra de James Palmer: podría haberse conformado diciendo que su personaje biografiado era “cruel”. Eso sí hubiera sido subjetivo, por eso cuenta varias pequeñas anécdotas que lo afirman, lo aprueban, y lo convierte de esa manera en algo fiable.
Aparte de eso, espero que esas advertencias te hayan servido de algo. No dejes de escribir de manera breve. Frases tuyas que se extiendan por más de dos o tres líneas deben seguir siendo excepcionales.
créeme, no lo es. Una buena reseña no solo requiere la capacidad de decir lo más importante en unas pocas líneas, sino también escribirlo de una forma entretenida.
Aparte puedes hacer si te apetece pequeños “essays”. ¿Un texto con tu opinión propia? ¡Que horror! Espera, amigo: ¿Qué tiene de mal expresar tu propia opinión sobre algo o sobre asuntos históricos? No te recomiendo que escribas un “essay” si la guerra de los siete años existíó de verdad, lo que te quiero decir es que puedes opinar sobra las consecuencias, la importancia de dicha guerra. ¿Era una guerra lógica? ¿Tenía tácticas inspiradoras para Napoleón? etc.… . Si prefieres, puedes tratar otros temas, como teorías historicistas, o si se puede comparar la economía de los Song del siglo X con la industrialización europea. Los ensayos sirven para entrar en el mundo académico de la historiografía. Quizás te inspira algún ensayo que escribiste en un momento para investigarla. Lo positivo de un ensayo, como de una reseña (en vez de una recensión) es la posibilidad de experimentar con las palabras, las frases, los giros en mitad del texto. Puedes concentrarte en eso y no necesitas comprobar continuamente si lo que dices está basado en fuentes o restos arqueológicos. Lo que importa es si – aparte de ser textos con argumentación lógica, obviamente – están bien escritos.
Yo ahora me voy, que tengo que seguir con mis trabajos. Con ansia estoy aquí deseando leer tu próxima carta. ¡Feliz año nuevo!
Tu
Amigo
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