26 abr 2011

Un imperio adolescente: los EEUU entre 1990 y 2010

Caricatura sobre Eric Hosbawm
Cuando leí el capitulo “El imperio se extiende más y más” de Eric Hobsbawn (1), escrito 2006, me fijé que nunca me había dado cuenta de los factores necesarios con vistas a mantener a un gran imperio (político). Hobsbawn compara el imperio norteamericano con el viejo imperio británico del siglo XIX, ambos diferentes siendo globales. El poder económico, militar y tecnológico garantizó a ambos imperios éxito y estabilidad. Con todo, al parecer de Hobsbawn, los USA comenzaron a comportarse en cierta medida “tonta”: “Pocas cosas hay más peligrosas que un imperio que persigue su propio interés con la creencia de que le está haciendo un favor a la humanidad” dice. Sin embargo: ¿Qué imperio no tenía gusto de vestirse con una bonita capa ideológica con anterioridad a iniciar conquistas y aventuras militares? Los romanos por ejemplo eran auténticos “amigos humanos”: solo atacaron cuando sus aliados fueron atacados. Y de vez en cuando con el objetivo de prevenir eso. Sin que el amigo sepa que tiene un amigo nuevo que habla latín.

Lo que los USA parecen hacer “mal” es su comportamiento prácticamente irrazonable. Conquistaron Irak, uno de los escasos países (estables) laicos del próximo Oriente. El hecho que fuera una dictadura no es una excusa: hay bastantes monarquías absolutistas (Jordania, Arabia Saudí) y dictaduras (Pakistán – con permiso, eso no se puede llamar democracia presidencial – o, yendo mucho más al oeste, Libia) de sobra en esa región que con el fin de elegir. Complicaron enormemente la política en una región que ya había estado tensa, pero al menos equilibrada: Sunnitas vs. Chiítas, la republica moderna Irán vs. la dictadura moderna Irak, las repúblicas Siria y Egipto vs. las monarquías Arabia Saudí y Jordania, regionalismos vs. Panarabismo, y todos contra Israel. No lo niego: el siglo XX era sangriento, también para el próximo Oriente, pero durante el periodo de la guerra fría únicamente había dos fases de guerra fuertes: Israel contra sus vecinos y Irak contra Irán. Todas esas guerras fueron provocadas y finalizadas por los estados soberanos de esa región. Aunque Israel tenía uno u otro tanque americano y los soldados de Nasser algunas armas soviéticas no intervenía ninguna potencia mundial abiertamente. La URSS lo intentó una sola vez en Afganistán y se “quemó”; los USA lo intentaron con Bush senior en Irak y se daban cuenta que era mejor retirarse. En 2001 ese tenso pero existente equilibrio se rompió. ¿Ha de sorprender que Irán estuviera algo nervioso bajo el gobierno de Bush II? Hoy la situación es muy delicada. En el momento de la retirada de los USA de Irak, el próximo Oriente necesitará un tiempo para poder volver al equilibrio. Probablemente “Kurdistán” tendrá el nuevo papel que había llenado el Irak laico previo a la segunda guerra del Golfo: una potencia regional entre Israel, las monarquías petrolíferas del sur y la república islámica.
Volviendo al tema. Al mismo tiempo de la invasión cometió la casa blanca el error de ignorar el apoyo de sus aliados. En Corea lucharon solos (a pesar que fue en teoría una colación respaldada por la ONU) y ganaron a medias (Hago referencia a que cierto general americano pidió el tercer uso de la bomba atómica en menos de veinte años); en Vietnam perdieron militarmente (y dejaron de invadir países durante casi treinta años); Afganistán e Irak lo aplastaron militarmente (posiblemente porque los generales de esas regiones no tenían ganas de inspirarse por los Vietcong), a cambio no logran pacificarlos.
Un esquema cronológico de algunos conflictos con intervencion militar estadoundense. (Fuente)
El último error fue la extraña ideología. Hobsbawn lo llama “Imperialismo de los derechos humanos”, y es cierto: es el lema favorito de la administración americana para justificar casi todos sus actos políticos exteriores. Pero ¿qué misión tienen los USA en el próximo oriente? El problema es que realmente no se sabe qué plantean los norteamericanos realmente, no se entienden las metas de su política exterior.
¿Petróleo? El control indirecto por el petróleo es mejor: más barato, más eficaz y políticamente más “limpio”, como lo demuestra la alianza con Arabia Saudita a pesar de que la mayoría de los terroristas del 11 de septiembre provenían del mismo país.
¿Llevar la democracia a otros países? Los mismos americanos saben que la democracia no se implanta, en cambio el mismo pueblo lo reclama si lo desea. Incluso hay escasos países democráticos en America, geográficamente más cerca, lo que no explica por qué se deseaba llevar la democracia precisamente a Afganistán e Irak, dos países que nunca habían estado en guerra con los USA.
¿Venganza? Dudo que una potencia mundial reaccione emocionalmente mandando tropas a Afganistán porque allí estaba la única persona que había logrado un ataque contra los USA en sus propias tierras desde Pearl Harbour; tampoco pienso que declararon la guerra a Saddamporque había querido matar” al padre de Bush II. De vez en cuando era gracioso escuchar sus frases infantiles. ¿Es un comportamiento para mantener la imagen, el prestigio, de ser una potencia militar de primer orden, ya que económicamente parece no serlo?
Hobsbawn habla de la importante industria militar; el popular autor Michael Moore (autor cuyas obras, eso ha tenerse en cuenta, me gustan) incluso construye la (admito: algo extraña) teoría de que su país va a la guerra por el bien económico de una minoría que gana mucho con los gastos militares. No creo que eso fuese un motivo, aunque es fácil de creer y lo quería al menos mencionar. Porque eso sería dar demasiada importancia a las multinacionales e incluso podría llevar a una de esas numerosas confusas teorías de “hay un plan detrás de todo”, como siempre sin fuentes ni pruebas.


America for Americans - bien protegido
Después de la guerra fría los USA parecen haber perdido la “cabeza”: han ganado la batalla, “el rojo ha desaparecido, el enemigo no tiene cara”. Los USA tienen muy poca experiencia para la política exterior. Desde su independencia hasta prácticamente la segunda (la primera fue un simple episodio) guerra mundial solo se interesaban por sus asuntos (económicos): los dos continentes americanos; nada más. La doctrina Monroe manifestaba toda la conciencia exterior. Los USA no están acostumbrados a tener que convivir con abundantes o varias potencias igualmente potentes como ocurrió y ocurre en Europa, África y Asia. En América los USA eran siempre, desde su declaración de la Independencia, la potencia Nº 1, nadie nunca podía ganarlos. Influyen económicamente en México y toda la región del Caribe; y de esa manera la mayor parte de los productos del imperio colonial español llegaron hacia el norte de América en vez de ir hasta la lejana Europa. Los USA siempre apoyaron de manera indirecta las revoluciones independentistas; y Francia únicamente podía colocar al pobre Maximiliano como emperador durante la guerra civil americana. Momento en que Grant y Lincoln triunfaron, momento en que las tropas de Napoleón III se retiraron corriendo.
Durante la segunda guerra mundial eso cambio, los USA se dieron cuenta que tenían competidores exteriores: Japón, Alemania, URSS. No solo eran económicamente y militarmente poderosos, sino ideológicamente peligrosos. Los USA asumían un papel bastante simple y fácil de imaginar: como “defensores” de los valores universalistas del libre comercio y de la democracia en contra de unos enemigos rápidamente detectables. No era un terrorista o una cultura enemiga, sino todo un enemigo con guarniciones, fronteras y ciudades conocidas, visibles y claras. No se necesitaba una ideología compleja ni grandes pensamientos filosóficos, los USA eran los buenos y los otros, bueno, los malos. Fácil. De esa manera podían gobernar presidentes con poca sutileza. No eran Wilsons ni Roosevelts, sino burocráticas como Truman que teniendo Hiroshima pensaba que podía pasar de Stalin en Potsdam, militares directos como Eisenhower, un Kennedy que no quería aceptar misiles en Cuba (olvidando voluntariamente de que molestaba a Moscú apuntando desde Turquía), un Nixon agresivo en Vietnam. ¿Quién de esos presidentes era realmente consciente de la diplomacia? ¿Uno de ellos era un Metternich o un Bismarck? Personalmente lo dudo. El hecho que Schwarzenegger y Reagan llegaran a ser políticos exitosos no aumenta mi confianza en la política americana.

En 1990 eso cambio. El enemigo desapareció. ¿Ahora, han ganado los USA, no? ¿Qué se hace cuando se ha ganado? Imperios históricos como por ejemplo el imperio Británico nunca tuvieron entre 1814 y 1914, como bien dice Hobsbawn, grandes enemigos políticos. Pequeños y medianos, esos si, de todas formas nunca una especie de “URSS-Siglo-XIX” (Si se desea se puede considerar Napoleón como soviético, de todos modos en ese caso fue con anterioridad a 1814, y su bloqueo continental era la ultima gota en el vaso que apoyó en la creación del imperio colonial impresionante). Los ingleses aprendían a actuar con pies de plomo, cuidadosos, siempre conscientes de las debilidades de su enorme imperio, con una ideología muy compleja (proclamar una reina inglesa como emperatriz de la India ya era una idea que fue tanto genial como loca) y con una diplomacia realmente exquisita. ¿A cuantos imperios se les ocurrió crear una Commonwealth con el difícil equilibrio entre autonomía y control central? Hasta hoy en día la Queen sigue siendo reina sobre casi una séptima parte del mundo.
De esa magnífica diplomática parecen carecer los americanos. ¿Por qué si no esa reacción emocional de atacar Afganistán con vistas a vengarse del ataque de Osama Bin Laden? Porque eso fue: se ha pegado al matón del instituto, y este devuelve el golpe más fuerte por haber perdido la cara. ¿Afganistán? Estratégicamente inútil para los USA, sin embargo un polvorín estando entre Pakistán, Irán y cerca de India. ¿Economía? Ninguna relevancia. ¿Democracia? Escusa barata teniendo otros países con menos cuevas que sirvan con escondites para los ex – gobernantes. ¿Con qué objetivo se tiene la mejor tecnología y unidades militares rápidas, sino con el fin de cazar terroristas?
Y después, Irak. La Alemania nacionalsocialista tenía una mejor excusa por invadir Polonia, al menos la SS se disfrazaba con uniformes polacos. Diplomáticamente era un fiasco. Claro: Militarmente puede ocupar los USA cada país que no pertenezca a la UE, Rusia, China o India en menos de un mes, no obstante políticamente – y así también ideológicamente – necesitan una excusa, un motivo. Cada imperio procura tener una imagen limpia ante los aliados, no porque necesite el apoyo militar, sino con vistas a garantizar la lealtad, el “vasallaje”, el apoyo activo o, al menos, simbólico. En Irak los USA perdieron justamente eso: numerosos vasallos se negaron. De repente, tras casi 15 años de “USA – alone” aparecieron otras potencias: la UE, China e India. Ninguno de esos tres eran políticamente significativos con anterioridad a 2001 a pesar de que económicamente ya estaban presentes; con todo desde 2001 eso cambió. No por el 11 de septiembre se jugó Washington su papel de primer orden mundial del futuro; sino por la invasión rápida y violenta, tan aceptada por la mayor parte de la población.
Los líderes de la unión Europea – Alemania y Francia – se oponían a ambas guerras; en ambos casos las relaciones diplomáticas con la casa blanca se enfriaron. Y en los dos casos la UE se encargaba de “limpiar” mandando cascos azules y la cruz roja para ayudar a reconstruir. Con la crisis bancaria del 2008-2009 perdieron los USA nuevamente la imagen, en el sentido económico. La UE seguía con su acercamiento a China, la creciente potencia del próximo Oriente.
Theodor Roosevelt como "Primer policía del mundo"
Lo que necesitan los USA es un nuevo objetivo, una meta clara y clave. Una ideología que deje de ser tan arrogante como la actual, que vuelva a ser más indirecta y menos explosiva. Si en Iberoamérica esto había funcionado desde hace un siglo, ¿Por qué no ha de funcionar más en el resto del mundo? Los USA habían apoyado de manera indirecta justamente a los mismos regímenes en el próximo oriente que han derrotado militarmente: los Talibán y Saddam Hussein. De nuevo uno se pregunta ¿Qué sentido tiene atacar justamente a los que en años previos se había apoyado con armamento y ayudas financieras? Si antes habían actuado con cuidado (para no provocar la URSS), ¿Por qué no siguen de la misma manera?
¡Si el gran maestro inglés ya había practicado todas las posibilidades! Los ingleses raramente lucharon, pocas guerras hacían. Unos pocos bombardeos en puertos chinos, una pequeña campaña militar en India, una rápida conquista de unos puertos holandeses – y el resto es trabajo de diplomacia. Venta de armas, tecnología y dinero, a cambio de lealtad, recursos y – a larga vista – impuestos. Primero iban los comerciantes ingleses. Como la East Indian Company. Y después, cuando la rentabilidad estaba segura, seguía la marina. India no había sido conquistada con las armas, sino con el dinero. No gobernaron los militares – sino los funcionarios. Ser funcionario de la india británica era tener el mayor prestigio, mayor poder y – encima – mayor sueldo en todo el British Empire. ¿Son los puestos de los funcionarios de la administración americana situada en Bagdad tan deseados como lo fueron en India? Lo dudo.

Norteamérica no es más la potencia única de la guerra fría que podía actuar como quiera. Es “Primus inter pares”, el primero entre iguales. Sigue liderando al mundo occidental – tanto política como económica y culturalmente, y va a seguir liderando. Pero no puede más gobernar de una manera paternalista: tiene que darse cuenta que tiene que respetar a la UE. Económicamente es importante; y si es por la tecnología militar también podría armar un ejército potente.
Al mismo tiempo ha de respetar y relacionarse mejor con las potencias regionales asiáticas – Irán, India, China – en vez de provocarlas y menospreciarlas continuamente. Afganistán raramente va a seguir siendo una democracia; si ya está gobernado por Warlords. Irak, posiblemente, se divida en tres partes, ya que únicamente el partido Baat de Hussein había mantenido la unión artificial tras la retirada Inglesa, igualmente como lo hacen ahora los G.I.

(1) HOBSBAWM, “El imperio se extiende más y más”, en Guerra y paz en el siglo XXI, Edit. Crítica, Barcelona, 2009.


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15 abr 2011

“Nunca te fíes de estadísticas”

Introducción

Las estadísticas son una herramienta muy útil – y simultáneamente muy interpretativas. Raramente son completas y suelen estudiar sólo unos minúsculos aspectos de la realidad. El título elegido está incompleto: la frase completa es “No te fies de ninguna estadística que no hayas falsificado tú mismo”, que, tras la leyenda urbana, la habría dicho el primer ministro británico Churchill. Como no hay pruebas escritas es más probable que fuese un invento del nacionalsocialista Goebbels. Aún así me interesa la primera parte de esa frase, ya que es mi modo de pensar cuando veo una estadística.
Personalmente estoy sorprendido con la gran confianza que se otorga a las estadísticas: “El X % de los estudiantes piensan tal” o “El Y % de la economía ha disminuido”. Reconozco que hay ciertas estadísticas que son fiables – como los resultados de las elecciones, datos científicos, desarrollos económicos. Otros datos sin embargo son muy relativos, como en el caso de las encuestas preguntando a la población sobre ciertas opiniones como los valores. El problema que veo es doble: primero solo se pregunta a una pequeña parte de la población, y a pesar de que se pretenda que sea representativo nunca llega a serlo realmente. Es demasiado arriesgado suponer que justamente está población seleccionada pueda ser la base capaz de expresar la orientación de la población completa, independientemente como de exhaustivo fue el esfuerzo. Segundo suelen ser pocas preguntas (con el fin de poder ser computable y con vistas a que la población responda), sin embargo sigue siendo incompleto. Resumiendo: las respuestas generalmente están limitadas y no reconocen opiniones intermediadas o matizaciones.

Tres errores interpretativos

Hago en concreto referencia al artículo “Modernización y cambio cultural: la persistencia de los valores tradicionales” del sociólogo Ronald Inglehart. Me choca dentro de ese artículo la mal ocultada – perdone que use la siguiente expresión exacta – arrogancia. Le gusta llegar desde resultados poco seguros a conclusiones finalistas. Tres aspectos quisiera desarrollar: uno trata sobre la combinación de dos datos diferentes; otro sobre una conclusión forzada y al final una conclusión que simplemente no tenía en cuenta el contexto.

Comenzando con la combinación extraña. Inglehart está convencido de que la “secularización es precisamente uno de los factores relacionados con el enorme descenso de los índices de natalidad”. ¿De dónde saca esas conclusiones? La explosión demográfica iniciada en la edad moderna que llegó a su culmen durante la revolución industrial no se desarrolló precisamente en un tiempo muy dominante por la religión; y si fuese correcta esa afirmación debería haber una autentica explosión demográfica en todos los países religiosos del mundo, cosa que no es correcto.

También me hizo gracia la afirmación de Inglehart que de “la religión es importante”. O “Que hoy en día hay en el mundo más personas que nunca con creencias religiosas tradicionales”. Claro, los datos absolutos lo afirman, no obstante porcentualmente no es el caso.
Me cogí un libro de texto de historia y geografía de la educación secundaria y miré el mapa de “las grandes religiones del mundo”. Normalmente se pinta a los países con el color de la religión correspondiente. Con todo era la primera vez en mi vida que vi en un libro de texto escolar en la leyenda lo siguiente: “Cristianismo y el 50 % sin religión” y “Confucianismo y el 50 % sin religión”. ¿Qué países estaban coloreados con esa leyenda? Las tres potencias mundiales: la ex – potencia Rusia, la potencia actual USA y la creciente potencia China.
Dentro de ese mismo libro de texto de secundaria hay al final otros mapas, uno de ellas (en el apartado “principales religiones del mundo”) hace referencia al porcentaje “sin religión”. Aquí la leyenda tiene tres colores: “más del 50 % sin religión”, “entre el 10 y 50 % sin religión” y “menos del 10 % sin religión”. Ahora, seis países estaban con él “más del 50 % sin religión”: las (ex) potencias comunistas China, Rusia, Mongolia, Kazajstán, Bulgaria, Albania, Hungría y Vietnam y, sorprendentemente, Uruguay.
¿Y los países entre el 10 y el 50 % sin religión? USA, dos países del ámbito budista, tres del islámico, dos naturales, dos cristianos de Iberoamérica y de facto la Europa completa. Excepto la península ibérica y la isla Islandia.
De todos los familiares, amigos y conocidos que tengo personalmente, diría que ¼ son religiosos, y ellos suelen ser mayoritariamente “cristianos” sin ir a misa, sin ser papistas, dos de ellos creen en “espíritus” (en vez del dios cristiano) y otra amiga en los dioses celtas. Pues sí, “la religión es importante”, ya lo veo. Realmente se tiene aquí una conclusión forzada.

Mapa de wikipedia con las religiones mundiales - un mapa que, como claramente está escrita, solo enseña las religiones de la mayoría en color (o en rayos en casos de equilibrio). El porcentaje del ateísmo no se incluye.


Aquí ya la situación es diferente: se incluyen (nuevamente) los porcentajes, esta vez del ateísmo y de los agnósticos. Ahora: los porcentajes no son los números absolutos, sino están en relación con las poblaciones correspondientes. Así que: que en Suecia haya entre el 60 y 70 % de ateos no significa que sean más que los 30 - 40 % de los ateos alemanes: posiblemente en números absolutos hay más alemanes ateos que suecos. 

El tercer aspecto, en el cual se ignora al contexto, se encuentra en la conclusión inicial de Inglehart: “Una de las cosas que hemos descubierto es que en los doce países islámicos sondeados son una amplia mayoría las personas que consideran la democracia como la mayor forma de gobierno” (5). Hace unos años hice con una buena amiga y compañera mía, Eva Escribano Compains, un pequeño trabajo sobre el Pan-Arabismo. Era un movimiento con elementos nacionalistas, demócratas y occidentalistas que se formó lentamente durante el siglo XIX con el objeto de “explotar” en una serie de nacionalismos nuevos en el siglo XX con el turco Atatürk, el egipcio Nasser, el partido Baath en Siria e Irak, la revolución en Irán, los pakistaní durante la independencia de la India. Todos esos movimientos estaban liderados por una minoría, normalmente la clase media y rangos medios – altos del ámbito militar, que estaban ilusionados e impresionados por el mundo occidental.
Era un proceso muy lento. Y lo que me molestó es que Inglehart afirma que “los pueblos islámicos, desde Marruecos a Indonesia, aceptan el mundo democrático de forma incontestable”. Vale. Sí. Lo aceptan quemando banderas danesas, teniendo monarquías en Marruecos, Arabia Saudí y teniendo dictadores en Libia, Irak y Pakistán. No “los pueblos islámicos” (comenzando con, igual que en el cristianismo, hay tanto diferentes confesiones como diferentes grados de religiosidad) sino la clase media y, en parte, la alta reconoce y apoya la democracia. Es un fenómeno que existe desde el siglo XX y va creciendo, como se ve excelentemente en Turquía, Egipto e Irán (ignoremos por un momento a su presidente actual y vemos que es un país muy moderno y occidental). Y obviamente: ¿Quién está interesado en participar en una encuesta escrita de unas personas del occidente? La población de clase media (normalmente urbana) con ciertas tendencias positivas al occidente. Hoy en día lentamente el proceso democrático parece haber llegado al mundo musulmán, como en Tunecina, Egipto y Libia.


Rural – Urbano: la necesidad de diferenciar antes de generalizar


Aparte de toda esa crítica pienso que es tiempo con el fin de comenzar a comentar los tres aspectos del contenido del artículo que son interesantes.

Primero: estoy de acuerdo con las “afirmaciones” que hace Inglehart cuando concluye que la situación económica tiene resultados en los valores dominantes de una sociedad.
Un país económicamente menos desarrollado parece ser más nacionalista, menos tolerante (tanto con distintas nacionalidades como con diferentes sexualidades como la homosexualidad), más religioso, más rural y más tradicional. (Antes de seguir, es necesario evitar la generalización. En los casos de los Estados Unidos, la vieja URSS y la nueva potencia China se tiene todo lo contrario de lo que voy exponer, ya que son potencias económicas y al mismo tiempo extremadamente nacionalistas). Es más, históricamente eso solía ocurrir: las civilizaciones se caracterizaron por haber logrado el salto del nomadismo a la agricultura; y una agricultura que sea eficaz o que tenga buenas tierras, en fin, que sea muy rentable, conlleva en conexión una red comercial óptima al desarrollo de núcleos demográficos: las ciudades. Las “grandes” civilizaciones de la tierra se caracterizaron por el número y las dimensiones de las ciudades: desde los maya por los griegos hasta China. La “edad oscura” de la edad media europea (entre el siglo V y el siglo IX) se caracterizó por el abandono de numerosas ciudades romanas. El ámbito rural suele ser siempre una región más “tradicional”. Hay varios factores, que incluso se pueden llevar a niveles altos: grandes imperios solitarios, islas solitarias u amplias regiones agrícolas con una demografía reducida suelen tener poca necesidad de competitividad. Se conforman con “lo que tienen”, y en tanto que no haya grandes catástrofes naturales, invasiones enemigas o explosiones demográficas no hay necesidad de cambios.
En el caso opuesto hay una gran necesidad de competición, de investigar y mejorar, de ser más eficaces. Las islas griegas con una tierra de muy baja calidad; la china del siglo XVIII y IX que se encontró en un enorme desequilibro político lleno de guerras, la entera Europa occidental que durante la edad media comenzó a aumentar su población en un ámbito climático y político favorable: necesitan innovaciones, comienzan a expandir, reorganizarse. La tolerancia, la democracia, el pluralismo, etc.…son necesarios con vistas a que una gran cantidad de personas puedan convivir juntas. Un despotismo bruto al estilo de la prehistoria no es posible en un ámbito demográfico, económico y político amplio. Incluso las dictaduras totalitarias son más “democráticas” que un reino medieval: no una persona con unos familiares y unos cientos de conocidos y hombres de confianza gobiernan; sino partidos con miles de personas y grupos oligárquicos son los que mandan, coordinan.


Arboles en Grecia: capaces de aguantar la tierra dura y seca.
En el ámbito rural con sus valores bastante básicos y simples realmente no hay necesidad de los valores democráticos, la tolerancia, etc.…; allí basta la “religión, Dios, la familia, la patria” (6), o sea que: un simple autoritarismo es posible. Como al inicio del siglo XXI los países “ricos” son muy urbanizados y post industrializados se asigna como “pobre” a los países que siguen siendo mayoritariamente “agrarios”. No me sorprende viendo la historia reciente de España: desde una “patria española, católica y orgullosa franquista” muy agraria y de emigrantes hacia la “democracia moderna, tolerante y liberal” con una gran urbanización, una sociedad post – industrial y meta de la inmigración.
Incluso en los Estados Unidos se puede aplicar ese ejemplo: las zonas costeras en el pacifico y atlántico, o durante la guerra civil el “norte” (con Chicago y Pittsburgh) eran la zona industrializada, densamente poblada, moderna y “rica”, con valores bastante modernos como la democracia. El sur, en cambio, era más “rural”: el hogar de la esclavitud, de un racismo bastante frecuente y, más tardíamente, el “Ku-Klux-Klan”. Esa imagen parece ser un hecho real, y aquí la estadística de Inglehart ha acertado.

El segundo aspecto, ya que estamos en ello, son los Estados Unidos. Inglehart pone en relieve el extraño fenómeno, que los mismos norteamericanos por un lado son muy seculares, racionales, con un fuerte individualismo, y al mismo tiempo son tradicionales, religiosos, nacionalistas y patrióticos (7). ¿Una contradicción, teniendo elementos de un país pobre y de un país rico?


Valores religiosos, nacionalistas, militares.(Fuente)
Realmente no parece muy contradictorio: los USA son una nación muy amplia, muy grande y compleja. Como arriba se dijo, antes, durante, y largo tiempo después de la guerra civil había una división entre el norte “moderno” y el sur “tradicionalista”. Tengo que concretizar: en el ámbito nacionalista no hay una gran diferencia, tanto el norte como el sur se sienten orgullosamente como “americanos” (mejor dicho, estadounidenses). ¿De dónde proviene entonces ese contraste? ¿Necesariamente significa nacionalismo = tradición? Parece que no, y así es importante evitar los estereotipos. Los Estados Unidos son muy diversos y existe una gran contradicción. Son nacionalistas – y al mismo tiempo es un país con la mayor diversidad cultural y etnias del mundo, ya que el 90 % de los estadounidenses tienen antepasados que antes del siglo XVII no vivían en América. Son los tecnológicamente muy avanzados – y al mismo tiempo rechazan los mormones en Utah cada tecnología nueva. Son muy sensibles a la sexualidad – y al mismo tiempo tienen la industria pornográfica más poderosa a nivel mundial. Son muy tolerantes y democráticos – y sólo tienen dos partidos muy similares en un sistema tan presidencialista que el presidente es casi un dictador elegido con el poder de activar las bombas atómicas.
Los USA demuestran que realmente es difícil y arriesgado aplicar los estereotipos 1:1 a nivel nacional. Hay que diferenciar: lo que dije arriba donde estaba de acuerdo con Inglehart continúa activo; sólo que lo aplicaría a nivel “regional”. El este de Alemania hoy está muy despoblado, y curiosamente el movimiento de derecha tiene considerable éxito en esas regiones; a diferencia de la Alemania occidental. No se puede comparar Chicago y San Francisco con Kansas y San Antonio (Texas). Cuanto más grande es el número de personas estudiadas, menos posible es aplicar modelos y estereotipos.
Eso explicaría la sorpresa que demostró Inglehart en su artículo: no hay nada contradictorio. Un americano no es igual de nacionalista en Washington como en Wisconsin. El uno puede ser un nacionalista extremo rechazando a todos los inmigrantes (olvidando que sus antepasados lo eran) por el contrario otro nacionalista puede ser al mismo tiempo un ciudadano del mundo tolerante y cosmopolita.

El tercer elemento del artículo que me gustaría poner de relieve es la cuestión sobre el huevo y la gallina: qué fue primero: ¿la democracia que transforma la cultura o una cultura que favorece la democracia? Inglehart reconoce que “ambas cosas son en parte verdad” (8) y estoy de acuerdo.
La carencia de una cultura tolerante, de igualdad entre sexos y de confianza no puede llevar a la democracia (por esa razón durante la edad media no había democracia en, por ejemplo, Inglaterra. Ahora bien: sí hubo una especie de la misma en las grandes ciudades como Hamburgo, Londres o Venecia). En cambio no se puede aplicar la democracia en una región que no tiene los valores adecuados a la misma (como ocurre en Afganistán o Irak). Si un país quiere ser democrático, lo será por si solo: Alemania ya tenía desde 1848 intereses democráticos y ya tenía una democracia (1919 – 1933), por ese motivo tenía la democratización de los USA con posterioridad a 1945 tanto éxito. Aun así Vietnam, Afganistán e Irak no tenían ni la tradición (curioso, hablo de tradición refiriéndome a la democracia) y la experiencia democrática. China, en cambio, se va democratizando lentamente por sí mismo, como lo hizo Turquía o lo está haciendo Irán.
Son factores que refuerzan y crean a otros factores, la relación de los mismos. Unas simples mejoras tecnológicas, como el nuevo arado en vez del arado romano, o la agricultura de tres en vez de dos campos, van aumentando lentamente la productividad. Al mismo tiempo hay unos pequeños cambios mentales, de valores: comerciantes comienzan a invertir en las tierras y quieren que sean más eficaces, así que animan a la mejora de las tecnologías. Eso lleva a una mayor producción alimentaria lo que causa un crecimiento demográfico. Hay más demanda, más necesidad de eficacia, más ganancia etc.…se nota: no hay un camino ni una respuesta, sino varios elementos. Lentamente la sociedad se transforma tanto económica como culturalmente, en pasos tan pequeños que se puede indicar que se cambian y se desarrollan simultáneamente. Desarrollo económico --> cambios culturales como lo dijo Karl Marx o cambios culturales --> desarrollo económico de Max Weber – personalmente estoy de acuerdo con Inglehart que desarrollo económico = cambio cultural (de los valores).
Siempre habrá un “primer” factor – un invento o una idea. Pues, que así sea: en un país primero se inventó algo accidentalmente y en otro se tenía una nueva idea. En el momento que se tenga los dos elementos de produce la modernización – si la cultura lo permite. China, en la época de Zheng He, había progresado continuamente. Y no lo hizo más, se paró el desarrollo tecnológico sin que hubiera guerras, crisis económicas o inestabilidad política. Quizás está idea “Invento” +/- “Cultura” --> “Modernización” sea mecanicista, se tendría que comprobar si es realmente factible.

Conclusión

La afirmación de Inglehart es correcta a pesar de que interpreta lo incorrecto. Los valores tradicionales (bajo los que yo entiendo nacionalismo, anti – democracia, religiosidad, en resumen: valores autoritarios) siguen vigentes, existiendo, de todas formas se reducen cuanto mayor sea la modernización y cuanto más reducido (geográficamente) sea el estudio: a nivel regional se puede comprobar eso mejor que mezclándolos con distintas regiones a nivel nacional o con distintas naciones a nivel mundial.


(1) INGLEHART, Ronald, “Modernización y cambio cultural: la persistencia de los valores tradicionales”, en Quaderns de la Mediterrania-Cuadernos del Mediterraneo, 2005, Nº 5, pag. 21 – 32, esa cita de Pág. 25.
(2) 26.
(3) 25.
(4) LIMES 2: Ciencias sociales, geografía e historia, edit. Vicens Vives, 3. edición, Alberite (La Rioja), 2006, Pág. 230.
(5) 22.
(6) 27.
(7) 31.
(8) 31.



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4 abr 2011

Reseña: To Kill a Mockingbird

Numerosas novelas históricas serían, si perdieran su “corsé” histórico, realmente “pobres” y raramente originales. Para evitar esto se suele “enriquecer” la novela añadiendo aventuras exageradamente fantasmales, como lo hacían Hanns Kneifel (“Darios der Grosse – König der Perser”; “Der Gesandte des Kalifen”), Manfred Böckl (“Die Schwarzen Reiter”) y Ken Follett (“Die Säulen der Erde”). Pocos novelistas intentan evitarlo moviéndose más cerca a fuentes como lo hizo Stephen J. Rivelle (“Der Kreuzritter") o Erwin Wickert (“Der Auftrag des Himmels”). Quisiera hablar por eso de una obra que a su tiempo fue escrita como novela contemporánea, pero que, hoy en día, podría ser interpretada como histórica.

Edición en alemán, edit. rororo
Me refiero a la obra “To Kill a Mockingbird” de Harper Lee, escrita en los estados unidos hace medio siglo (1960). En ella cuenta la autora la vida diaria desde el punto de vista de una niña de una pequeña ciudad del sur de los estados unidos (Alabama) ambientado en el periodo de entreguerras (años 30). En esta pequeña ciudad vive “Scout” Fink con su hermano (tres años) mayor y su padre, un abogado que, convencido de la igualdad de los seres humanos, defiende a un afroamericano acosado de un delito de violación. La historia cuenta, interrumpida por pensamientos propios de la niña, varios detalles anecdóticos de una sociedad del sur de los estados unidos en la cual seguía permaneciendo una abierta discriminación racial. El libro inicia con un mundo bastante inocente de los niños, desarrollándose durante la trama de los tres años en la cual ambos niños maduran, comprendiendo mejor al mundo de “los adultos”. Intentan comportarse como "personas honradas" que respetan a todo ser humano - a pesar de los insultos y peleas que tenían, primero con sus compañeros de clase, y despúes con algunos adultos. Quizas sea una obra algo "moralizante", eso ha de tenerse en cuenta. No hay un gran riesgo de aburrimiento gracias a las pequeñas historietas humorísticas introducidas. Eso si: tampoco hay que esperar grandes complejidades históricas. Harper Lee finalmente no puede evitar la caída en el mundo simplista que diferencia entre “bueno” y “malo”, y para algunos lectores puede resultar ser un libro bastante aburrido ya que básicamente se trata de la biografía de una niña estadounidense sin grandes aventuras y con cierta monotonía diaria.

Esta obra - fuertemente críticada por algunos críticos conservadores por diferentes motivos - se convirtió en el libro estrella de la campaña estadounidense "Una ciudad lee un libro". 1998 comenzó Seattle a presentar "To Kill a Mockingbird", seguida por otras ciudades, hasta que con Chicago en 2001 se logró definitivamente el cambio de la imagen. Hasta los años 90 del siglo pasado fue la obra de Harper Lee uno de los libros menos leídos o acceptados por los centros educativos. A pesar de que 1961 había sido premiado con el premio "Pulitzer" o que se haya hecho una película.


El estilo empleado por Harper Lee es bastante simple (siendo a la vez muy fluido y bien escrito): cuenta la historia en 31 capítulos no titulados de forma estrictamente cronológica y progresista, la obra carece de saltos temporales (o “Flash-Backs”). De manera homogénea escribe la historia siempre desde el punto de vista de la protagonista con palabras de una niña algo maduro para su edad. El estilo fluido despierta el deseo de leer “un capítulo más”.

¿Porque puede ser ese libro de interés? Cuenta de una forma visual y comprensible la mentalidad y cultura de la sociedad rural estadounidense cuando lentamente la tolerancia y la lucha de la igualdad estaba comenzando a extenderse. Como la historia está situada en una región procedente de la autora, Alabama, y encima en los años 30 – cuando la autora tenia entre alrededor de 10 años, se puede fiar que varios pequeños detalles y anécdotas socio – culturales sean creíbles. Es una obra que ayudaría comprender la discriminación racial en un tiempo muy lejano de la guerra civil donde la esclavitud aún había sido legalmente permitida, y previo a los movimientos afroamericanos de los derechos civiles iniciados durante la segunda guerra mundial.

Fundadores de la NAACP para la defensa de los derechos de los afroamericanos, 1905.
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1 abr 2011

Diferenciar Historiografía y Tradición

Separación y 100 años distanciación

Introducción

La historia es un proceso continuo con una serie de hechos que influyen de mayor o menor manera en los hechos que los seguían. Algunos hechos son más, otros menos importantes, dependiendo principalmente del visitante que los contempla. Algunos contemporáneos, como los que vivieron la paz de Westfalia 1648, estaban convencidos de vivir un año importante para Europa; y hasta el siglo XXI se destaca esa fecha como el inicio de un largo periodo de cierta paz (porque realmente seguían siendo siglos de lucha) y equilibrio de poderes en Europa. Probablemente en 2048 se harán una serie de fiestas y ceremonias conmemorativas – o quizás no. ¿No sería tentador? ¡Y no hay que ver que pasará 2036, 2039 y 2045!
Existe el dicho “la historia lo escribe el vencedor”. La historiografía de inicios del siglo XXI no pretende serlo, al menos en mi opinión. Pretende ser lo objetiva que sea posible, a pesar de que está consciente de que hay elementos subjetivos que no pueden ser eliminados ni ignorados. En el caso de la memoria ya es otra cosa: aquí sí “escribe el vencedor”. El lado positivo se destaca en la misma, se conmemoran hechos profundamente emocionales. Una derrota humillante con el fin de recordar que jamás se repitan los errores que llevaron a la misma, o una victoria gloriosa como momento triunfal. Con frecuencia esos hechos son conmemorados por una “nación” o al menos un grupo amplio de personas. Si se quiere ser exacto incluso el cumpleaños es una conmemoración.



El problema de la influencia de la tradición
Patrick H. Hutton tiene la opinión de que los historiadores no deben rechazar ciega- ni violentamente a la memoria, al contrario: deben dialogar con la misma. Una historiografía que deja de respetar y comprender la tradición es, en su opinión, algo escasamente próspero, empobrecido. En su articulo “The role of memory in the historiography of the Franch revolution” (1) estudia la situación problemática que hay entre el hecho de la revolución francesa, la tradición que surge de la misma y la influencia que ejercen ambos en el historiador que lo(s) estudia. Con vistas a eso nombra a tres (realmente cuatro) autores franceses: Jules Michelet (1798 – 1874), Francois Alphonse Aulard (1849 – 1928), Francois Furet (1927 – 1997) y Pierre Nora (1931 – 20__). En todos ellos se demuestra la influencia de la tradición cuando tratan la revolución francesa.

Para Jules Michelet la revolución era como la inspiración colectiva, la manifestación de los valores de esa sociedad. Era como una leyenda, sí, un mito que se realizó durante un tiempo que Michelet no tuvo la suerte de vivir de todas formas pero sí de hablar con algunos de quienes lo habían vivido. En su caso se nota fuertemente el peso de la tradición y la glorificación de una revolución idealizada, que un trabajo minucioso u objetivo difícilmente puede realizar. Obvio, teniendo en cuenta que era un admirador de la democracia y encima con un fuerte espíritu “patriótico”.
Alphonse Aulard que 1879, casi 100 años después, se introdujo en el tema, ya era más objetivo. Usaba métodos en la historiografía aceptados como objetivos, estudiaba minuciosamente los documentos. Era el “fundador” de la nueva historiografía sobre la revolución francesa y destruyó varios mitos que se habían formado alrededor de 1789. No obstante, nuevamente se dejó seducir por la tradición. En vez de “heroificar honorífico”, demostró respeto a la revolución francesa. En vez de ser un sueño lejano como lo fue para Michelet, ya era, como bien lo describe Hutton, un momento importante hacia el progresivo camino de la tercera republica. Un camino que parecía inevitable. También Aulard era defensor de la democracia, incluso llegó a la presidencia de la liga de las naciones en 1927 en Berlín.
Francois Furet y Pierre Nora, al final tras 200 años, lograron acercarse a la revolución francesa lo más real y probable posible. Hutton menciona que para Furet la revolución francesa no era algo adorable ni, como en el caso de Aulard, respetable. Furet fue el primero que demostró que no se tenía una revolución de masas, sino de una pequeña elite (la clase media). En vez de tener la imagen de una revolución con causas y consecuencias para la sociedad se tenía en su opinión una revolución que tenía grandes influencias y consecuencias en la retórica y la mentalidad. Nora seguía el mismo camino.

El famoso cuadro de la revolución idealizada (pintado por Eugéne Delacroix, 1830)
La necesidad de evitar la influencia

Como se ha demostrado a través de esos tres (o cuatro, si se prefiere) autores siempre el contexto influye al historiador. Para Michelet era el ideal de la república y la democracia ya que no le fue posible por vivir en varias monarquías diferentes (la segunda república fue un episodio breve cuyo presidente encima era un Bonaparte). Para Aulard la revolución francesa fue como un momento inevitable porque ya vivía en la tercera república establecida: la revolución como una estación en el camino al triunfo. Para Furet y Nora, quienes vivían en una Europa que con posterioridad a dos guerras mundiales ha dejado el nacionalismo al lado y en un mundo donde domina la ciencia objetiva, 1789 era un hecho que tenía una serie de factores como causa y consecuencia, consecuencias que a su vez eran más bien retóricas, abstractas.
Aún así Hutton, como buen norteamericano que es, parece estar en contra de una excesiva objetividad. La historia, la historiografía, incluso una “nación”, que ha “olvidado” su memoria, pierde inspiración, identidad, prosperidad. Ve la memoria y las conmemoraciones como fuentes de energía para los historiadores, elementos necesarios e incluso útiles.

En mi opinión hay dos cuestiones importantes que se tiene que tener en cuenta con el objeto de reducir el “rol de la memoria en la historiografía” a un mínimo. Primero la distancia entre memoria y historia; segundo que hay que apartar ambos espacios para la historiografía. En eso estoy de acuerdo con Halbwachs (1877 – 1945), quien, tras Hutton, defiende que la historia comienza donde la memoria termina. Halbwachs desarrolló la teoría de la “memoria colectiva”, en la cual existían dos tipos: la “memoria oral” (o memoria comunicativa) y la “memoria escrita” (memoria cultural). En tanto que lo último se podría considerar como “historiografía”, la primera es más bien lo “tradicional”, lo conmemorativo de Hutton. Lo importante en esa cuestión es que la memoria comunicativa solo “sobrevive” tres o cuatro generaciones. Eso significa que el bisnieto ya hace otras conmemoraciones que su bisabuelo; las conmemoraciones y la tradición, como lo admite Hutton, cambian, se modifican. Sin embargo ese no es el deber ni la función del historiador, el guardián de la memoria cultural.
Cada hecho en la historia es importante: hay tantos factores que provocan y vienen a y de un hecho que es imposible ver cuándo algo es conmemorativo o no. ¿Es conmemorativo el hecho que se haya descubierto el estribo? ¿O la domesticación del caballo? ¿O una batalla ganada por la caballería? En esté sentido se podría conmemorar casi cada hecho. Lo que hace un momento puntual conmemorativo es lo que deciden los contemporáneos y si se pueden identificar. Como arriba se dijo, el bisnieto de quienes decidieron la conmemoración quizás ya no le da más interés. Es algo puramente subjetivo.
Porque, estrictamente: la revolución francesa como inicio de los valores y derechos humanos ya era algo tardío. La revolución americana se había adelantado; y la revolución inglesa ya tenía algunos de los elementos franceses siglos antes. El hecho de que decapitaran un monarca tampoco era raro. Ahora bien: era “raro” que la revolución tuviera éxito y que permaneciera en pie luchando contra los ejércitos de todas las potencias europeas. El atentado de Stauffenberg era algo “raro”, la guerra civil española era algo “raro”, la batalla de Trafalgar era “rara”, el viernes negro (jueves en EEUU) era “raro”. Eran “raros” porque eran excepcionales o raramente aparecían y porque parecían haber tenido grandes consecuencias. Aún así eran “extraños” únicamente en la historiografía occidental, no en el resto del mundo. La historia no decide cuales son los momentos conmemorativos. Un neonazi conmemora 1933 como un año glorioso; un demócrata alemán lo detesta como uno de los peores años. Asimismo el último Sha conmemoró el imperio persa y por el contrario su población no se veía como persas, sino como iraníes. Es relativo; y un historiador no debe dejarse influir por eso, y con el fin de eso es necesario tener una cierta distancia temporal (y física). Puede estudiar los motivos de las conmemoraciones – y dejar al resto de la “sociedad” la decisión. ¿Quiénes son los que deciden que ha de conmemorarse? ¿Políticos, unos historiadores académicos? La misma población se inventará rituales sobre hechos que en su opinión sean conmemorativos, porque si están decidíos por instituciones (Como el “Día de la mujer” o “Día del niño” - ¿Quién realmente lo celebra, sino una minoría de defensores de los derechos humanos y algunos académicos?)

Dos consejos para diferenciar entre historiografía y tradición

Con vistas a eso pienso que serían bueno 100 años. Se tiene consciencia y memoria con al menos 6 años de edad. Una persona nacida en 1900 ya puede entender y sentirse emocionalmente relacionado con lo que ocurrió en 1918 y 1945. Vive, tiene hijos e hijas, nietos e nietas, y les cuenta “su” versión de la historia, “su” lado de la verdad. Si era un perseguido por los nacionalsocialistas, se le contempla, si era de derechas, se le insultaba. Porque es diferente tener a una persona en frente que ha vivido y actuado en ese mundo que creyó al mundo actual que hablar con una persona de hace cuatro siglos. La Europa de hoy no se entiende sin la segunda guerra mundial; y esa a su vez no sin la primera y el nacionalismo, etc.….Lo que importa es que cuando no ha pasado como mínimo un siglo, siguen viviendo personas que han vivido lo ocurrido y nos pueden influir emocionalmente – y soportar un punto de vista único. Eso ocurrió con Michelet y en parte con Aulard. Alguno se siente diferente si se habla sobre la guerra civil española de 1936 – 1939 en vez de hablar sobre la guerra que inició Luis XIV con el fin de instalar a Felipe V en España. Ocurre por la enorme distancia temporal que existe. En España solo hay, que yo recuerde, un hecho que se conmemora nacionalmente (que no sean del siglo XX): el descubrimiento de América. Más no existen. Bajo el nacionalismo de Franco ya eran más fechas (obviamente las que convenían a la ideología nacionalista).

Junto a las fechas existe el fenómeno curioso de los ritos conmemorativos, especialmente en los Estados Unidos: Thanks-Giving-Day, la independencia y la victoria del norte sobre el sur en la guerra civil son tres fiestas nacionales muy importantes, siempre solemnemente celebradas y conmemoradas. ¿Históricamente dicho eran hechos importantes? Los últimos dos se podría indicar que sí; aun así los tres tienen en común que cuando son celebrados sólo se destaca al lado positivo. Los indios que daban generosamente comida a los peregrinos; la victoria militar de los “buenos” sobre los “malos” (sean ingleses – monárquicos o sean esclavistas del sur). Los monumentos conmemorativos estadounidenses son innumerables: desde Washington hasta Lincoln se conmemora casi todo; incluso la guerra de Vietnam tiene un monumento.
Lo que tienen que hacer los historiadores es “salir” de ese contexto y estudiar lo que ocurrió realmente, a ambos bandos, y dejar el juzgar sobre la importancia o la moral a la sociedad que desea conmemoraros.
Eso lleva al segundo rasgo que es la separación de historia y tradición. Puede que al historiador le encante, le apasiona su “nación” o grupo social a que pertenece y conmemora ciertos hechos. No obstante nunca debe olvidar que cuando ejercita su oficio como historiador debe intentar ser lo más objetivo posible. Si lo desea puede finalizar el trabajo con una opinión personal, un “essay”, de todos modos nada más.


Finalmente quisiera hacer referencia a una revista de historia alemana: el numero 22 de “GeoEpoche” del 2006, que trata sobre la revolución francesa. (2). En ese breve tomo de unas 170 páginas se describe el desarrollo de toda la revolución francesa desde el atentado fallido en 1757 hasta la llegada de Napoleón en 1799. Lo que se destaca es la variedad de los factores y grupos sociales que han influido y participado en la revolución. Estudiando montañas de documentos y reconstruyendo incluso hasta las horas de algunos días de la revolución lograron crear una visión bastante objetiva. Los Jacobinos no son demonizados ni glorificados; Luis XVI no parece ni un rey tonto (ni muy listo); se nota que no era una revolución de las masas dictadas por la historia, sino una serie de factores que concluían en el fin de la monarquía (y que llevaron al final a una nueva).
Sin embargo hay que admitir que incluso en ese tomo moderno hay nuevamente una cierta influencia de la tradición, del contexto: el redactor Michael Schaper saluda a los lectores en el prologo diciendo que la revolución francesa vivía todas las formas políticas del siglo XX: desde la monarquía constitucional pensado por la republica democrática hasta la dictadura de una minoría. Lo que les diferencia de un Alphonse es que no demuestran respeto ni veían como inevitable la revolución; sino lo veían más diferenciado, como Furet.

Conclusión personal
Cuando se cumplen con esos dos “consejos” – la distancia temporal / física y la disociación historiografía y tradición – se pude lograr escribir una historia más objetiva y liberada de la tentación tradicional. Especialmente dentro de cuatro años, 2014, se puede esperar tener un amplio campo de experimentación: ¿Cómo será entonces la relación entre la historiografía y las ceremonias conmemorativas? Sí, al menos hasta 2045 habrá un debate objetivo vs. Ético tras otro; la versión “bueno/malo” vs. La versión “Objetividad”. Incluso Carlos Giménez, el gran dibujante de tebeos, hace referencia a eso en una de sus obras: diferencia entre la objetividad (que pretende ser) y la neutralidad (eso sería del ámbito emocional, que los mezclo aquí con la memoria y las conmemoraciones). “En estos álbumes sobre la guerra de España (…) he hecho tremendos esfuerzos por ser objetivo, ¡objetivo! Que nadie me pida que sea neutral ante el fascismo” . En esto estoy totalmente de acuerdo. Porque, como él mismo dice, “Bajo el paraguas de la naturalidad casi siempre se encuentra camuflado un fascistilla vergonzante”.

P.S.: Recordemos a las celebraciones de 1512...! 

(1) HUTTON, Patrick H., “The Role of Memory in the Historiography of the French Revolution”, en History and Theory, Wesleyan University, 1991, Vol 30, Nª 1, Pag. 56 – 69. Web: http://www.jstor.org/stable/2505291 (20.12.2010, 10:21).
(2) GeoEpoche – Französische Revolution, Hamburg, 2006, Nº 22.