30 jun 2011

La fiesta - una lucha milenaria

"In the at least three-thousand-year-old struggle between Pentheus and Dionysus – between popes and dancing peasantes, between Puritans and carnival-goers, between missionaries and the practitioners of indigenous escatic dances religios – Pentheus and his allies seem to have finally prevaildes” (1) – ¿O quizas no?

Chupinazo de San Fermin 2010
Anualmente se reúnen en Pamplona miles de personas con el objeto de celebrar San Fermín – mientras que algunos vienen por las corridas de toros; otros contemplan las matanzas de los animales; todos vienen para estar en la capital de Navarra solo por la fiesta en si. Quieren ver las procesiones, bailar en las fiestas callejeras, siguiendo las peñas, disfrutar con familiares, amigos y desconocidos. Durante una semana se convierte Pamplona en un baluarte de la fiesta, del baile y del ocio público y de la calle. Igualmente como ocurre en distintas ciudades y lugares durante determinados momentos; como los carnavales en Colonia, la Love Parade de Berlín o el Burning Man de los EEUU. ¿Y que pasa cuando sale la gente a la calle durante las grandes mundiales del fútbol? En las últimas mundiales incluso se emitían los juegos por grandes proyecciones con el fin de que lo pudieran ver cientos de personas reunidos en diferentes plazas. Y, finalmente, dando un ejemplo cercano, el 15-M de España. Durante unos días se reunían miles de personas, de forma más o menos espontánea, en diferentes plazas de ciudades españolas; y no solo con vistas a manifestarse y debatir. Además había pequeños conciertos instantáneos y un cierto ambiente de fiesta.


Barbara Ehrenreich estudia, de forma sintetizada, en su obra “Dancing in the Streets – A history of collective Joy” de 2007, la historia de las fiestas desde la prehistoria hasta la actualidad; defendiendo su la tesis principal que las fiestas (Dioniso) competían continuamente con las autoridades (Penteo) por la atención del pueblo.
En 11 capítulos describe, explica y presenta a los lectores como las fiestas – con sus rituales, sus bailes, sus éxtasis – inicialmente presentes durante la prehistoria (1. capitulo) y la antigüedad (2. capitulo) en toda la sociedad, comenzaron a ser lentamente reprimidas por las autoridades de las civilizaciones, primero por parte de los romanos, y a consiguiente por el cristianismo institucionalizado. Inicialmente aceptado, formando parte integra de los primeros cristianos. Según la autora tenían Jesús y Dionisos numerosos rasgos en común (3. capitulo, “Leaving aside Christ as the generic pagan victim god, we find far more intriguing parallels between Jesus the historical figure and the specific pagan god Dionysus”) (2). Esto cambió cuando la iglesia comenzó durante los siglos IX y X a expulsar las fiestas de los terrenos eclesiásticos; intentando sustituyéndolo por coros organizados y procesiones planificados. La población medieval se resisto a estos intentos; “inventando”, creando, lo que hoy en día se conoce como carnaval, las grandes fiestas medievales (4. capitulo).


La fiesta según Pieter Bruegel (el mayor), 1568.

Con la reforma, en concreto con los calvinistas (no tanto los luteranos), comenzó la iglesia a luchar también contra estos ocios (des)organizados por la población. Finalmente la edad moderna se caracteriza por una cierta escasez y eliminación de las grandes fiestas y carnavales coloridos, más en los países protestantes que en los católicos (5. capitulo). Los movimientos religiosos “purificadores” – desde Savonarola por Calvin hasta el Wahhabismo no solo lucharon contra toda forma de ocio y juergas desorganizadas; sino también fomentaron, como efecto secundario, una cierto espirito de orden y disciplina. De esta forma, según Ehrenreich, favorecieron estos movimientos religiosos la creación de modernos ejércitos disciplinados, necesario para el manejo eficiente de armamento con pólvora; 6. capitulo. Simultáneamente presenta Ehrenreich su segunda tesis: paralelamente que se iban reduciendo, disminuyendo, de manera forzada, las fiestas, aumentaron las depresiones. “Could this apparent decilne in the ability to experience pleasure be in any way connected with the decline in opportunities for pleasure, such as canrival and other tradicional festivites?” (3). Ver la depresión como una especie de epidemia, que comienza fuertemente con el siglo XVII (el reinado de Felipe III), es un punto de vista, a mi juicio, muy curioso (7. capitulo). Un detalle: Hace escasos días unos datos, en las cuales, por ejemplo en Navarra, se aumentaron las ventas de píldoras antidepresivas. ¿Qué tiene que ver la fiesta con la depresión? Según la autora estadounidense Barbara Ehrenreich puede existir una mínima relación entre ambos elementos. ¿En que sentido? Ella propone su teoría de que gracias a la supresión de las fiestas durante la edad moderna se reducían las posibilidades de divertirse, distraerse, simplemente de "jugar". Reduciendo las actividades sociales se aumentó, según Ehrenreich, la depresión entre la población europea. Obviamente, hay varios factores y causas; las reducidas fiestas sería uno de estos elementos. 


No solo en Europa luchan los europeos contra las fiestas; con el inicio de la colonización también intentaban suprimir a los ritos “bárbaros” de los indios americanos, africanos o aborígenes australianos; y en numerosas ocasiones (desafortunadamente) lo consiguieron. (8. capitulo)


Las grandes fiestas y los carnavales se sustituyeron, al parecer de Ehrenreich, por los grandes espectáculos organizados. Comenzando con las pequeñas procesiones de la iglesia y marchas militares de los estados absolutistas, se convirtieron en auténticos eventos de masas gracias a la revolución francesa, creando una línea roja que marco tanto los espectáculos anuales nacionalsocialistas como la coronación de Elizabeth II.
Similar a las procesiones eclesiásticas medievales, estos espectáculos eran bien organizados por un grupo determinado, reduciendo el papel de la mayor parte de los participantes en meros especuladores pasivos, emitiendo un mensaje concreto. (Capitulo 9).
No obstante, principalmente gracias al auge económico de los años 20 y 30; y después de los 50 y 60, surgió nuevamente, con considerable fuerza, la fiesta activa y el baile espontáneo. Ehrenreich habla de la audiencia activa, como ocurrió con el Jazz y el Blues; cuales a su vez posibilitaron al Rock n Roll – la llamada “rock rebellion” (capitulo 10). No solo surgieron los grandes conciertos músicos; también el deporte se convirtió en una nueva especie de “carnaval”, con disfraces, músicas u baile. (Capitulo 11). Escrito de forma exageradamente simplona, la autora escribe está historia como una autentica batalla épica entre las fiestas impulsivas y libres y los eventos organizados de los enemigos festivos, quienes son las autoridades elitistas.


Ahora bien, la obra de Ehrenreich tiene algunos elementos negativos; como un foco de estudio muy reducido. La mayor parte de los ejemplos dados son de la Europa occidental; y cuando comienza con las fiestas desde el siglo XX, “salta” a los EEUU, dificultando al lector ignorante del deporte americano en parte la comprensividad (pero con una típica comedia High-School ya se encuentra los elementos con el fin de entender: mascota, cheerleaders, grupos de músico). Porque en ningún momento menciona ejemplos como por ejemplo la URSS o la china maoísta cuando habla de los rallies, y de forma muy puntual menciona ejemplos extra – occidentales. Ni siquiera cuando habla de la antigüedad europea menciona los celtas o germanos, se queda con la antigüedad clásica. El lector puede hechar de menos otras culturas, como la ortodoxa o la musulmana (únicamente en un capítulo menciona al Wahhabismo y al imperio osmanli).

Por el otro lado, muy positivo, se agradece su estilo fluido de escribir, su orden claro de los capítulos y su continua mención de las fuentes que ha empleado. Raramente uno tiene dudas acerca de la credibilidad. Barbara Ehrenreich consigue dominar el difícil equilibrio entre una obra que sea científica y objetiva, digna de un trabajo historiográfico, y que sea interesante para el público que no necesariamente sea historiadora. Ehrenreich añade, además de sus muy interesantes tesis (como la creación de la melancolía desde el siglo XVII provocado por uno de varios factores como el control y la censura hacia las fiestas), algunas puntuales notas personales, acercándose de esta forma al lector. De esta forma se entristece en el décimo capítulo cuando el rock se pone al servicio del mercado (“There is no better way to subvert a revolution than to enlist it in the service of moneymaking”); o cuando explica la dificultad del calvinismo con vistas a aceptar las fiestas (“My own Calvinist impulses…” (4)).

La tesis básica de Barbara Ehrenreich se encuentra tanto en su último capítulo como en su conclusión; criticando la idea, que la fiesta y la civilización sean elementos opuestos (5). A causa de esta mentalidad intentaron controlar y oprimir las élites y autoridades occidentales las fiestas callejeras o bárbaras; destruyendo como efecto imprevisto el sentimiento de unidad, comunidad.

Hoy en día se intenta recuperar este sentimiento perdido de “comunidad” de diferentes formas; sean con fenómenos filosóficos como el communitarimso (6) o el renacimiento de las religiones cristianas y musulmanas (7). Con su magnifica obra propone Ehrenreich que se “vuelva” a las fiestas, al carnaval, un fenómeno ya visible, según su punto de vista, desde los años 60 y 70, con el Rock y el deporte para las masas.


The capacity for collective joy is encoided into us almost as deeply as the capacity for the erotic love of one human for another. We can live without it, as most of us do, buy only at the risk of succumbing to the solitary nightmare of depression” (8)



EHRENREICH, Barbara, Dancing in the Streets - A History of Collective Joy, edit: Metropolitan Books, 2007, New York.

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8 Kommentare:

Evusky dijo...

Este... Vamos a ver. ((Wo kommst du? Einige Äpfel bringe ich..., ésta es la idea que extraigo de este post)). Lo de las píldoras antidepresivas relacionadas "minimamente" (tan mínimamente que, creo yo, ni se ve, oiga) con la fiesta me ha dejado totalmente KO. Pero KO; KO, eh? No sé ni cómo agarrarlo.

Florian Graefe Aguado dijo...

Pues, la autora tiene la curiosa teoría que gracias a la supresión forzada de las festividades durante la edad moderna aumentó simultáneamente la depresión; de esto viene las "píldoras antidepresivas" con las (faltas) de las fiestas.

Florian Graefe Aguado dijo...

Hala, lo he modificado para que sea más "agarrado".

Anónimo dijo...

Pero, qué supresión ni qué tontada. Si la mayoría de grandes fiestas populares están afianzadas y se van renovando. Las que no lo hacen, desaparecen. Pero se puede viajar y celebrar cualquier fiesta que te de la gana. Las fiestas populares son el único resquicio de locura comunal permitida desde que el trabajo nos define; quiyás sea eso lo que provoca el consulo de pildoritas, oder?

Evusky

Anónimo dijo...

Consumo, quería decir. A estas horas de la morgen ya no sé ni lo que digo.

Florian Graefe Aguado dijo...

Si, pero eso de "viajar y hacer cualquier fiesta" es un fenómeno reciente. La cosa es que hoy, en comparación con los siglos anteriores, hay muy pocas fiestas populares. En siglos anteriores por ejemplo era normal que había en el mes numerosos días festivos en honor a santos; a nivel local sin viajar lejos. Pero hoy - mejor dicho, desde la edad moderna - es diferente. ¿Cuantas fiestas populares hay por ejemplo en Pamplona? Navidades, Cabalgata, San Fermin, Pascuas, Feria Medieval, la Carpa, y "punto".
Y "supresión ni tontada" precisamente esto es lo que desde el siglo XX va cambiando: las anteriores supresiones de las fiestas des(!)organizadas se iban eliminando.

Evusky dijo...

Pero si se eliminan, me parece que no queda eliminadas siempre por un órgano superior. Eso es muy simplista, decir que las fiestas populares mueren porque son "suprimidas". Me parece, sencillamente, que muchas de ellas mueren por propia inercia. Si hay algo popular por definición es el sustrato popular, valga la redundancia, esto es, una fiesta popular no lo es sin el apoyo de la población, que es lo que en última instancia le da su razón de ser y, me parece, su hora final o la ilimitada posibilidad de ediciones. Muchas de ellas tienen origenes totalmente ajenos a la Iglesia y otras han sido engullidas por ésta pero tratadas de nuevo de forma popular por la masa de gente.

Si no hay más fiestas populares en Navarra (date un paseo por los pueblos y me dices el número tan reducido de fiestas populares que todavía se celebran en el ámbito muy local, especialmente por la zona pirenaica), es porque no se necesitan. Antes, cualquier periodo vacacional quedaba delimitado a las escasas posibilidades de viajar; ahora, basta que llegue Semana Santa para marcharse, qué se yo, de visita a la Conchinchina. Antes siempre se iban perpetuando. Que ahora este patrón cambie no tiene mucho que ver con la tesis represiva de la Fraulein Ehrenreich, creo, sino con el simple hecho de que vivimos en movimiento (ah, mira, creo que eso también motiva el consumo de pastillitas; mucho síndrome del romano que teme al cambio veo yo aquí...).

Como ya dijiste, muy simplona. Por eso tiendo a huir de estos estudios que engloban aspectos particulares de la historia de la humanidad en 500 páginas. ;)

Florian Graefe Aguado dijo...

Estoy de acuerdo que es una tesis muy simplista reducir el numero de fiestas en la supresión, como bien dices, desde mitades del siglo XX se puede viajar, se tiene TV, etc...y por esto se reduce la "necesidad" de las fiestas. Ojo - desde mitades del XX, ¡no antes! Previo a esta época tenías que irte a las grandes ciudades para divertirte de formas diferentes.

Y no necesito dar un paseo amplio; en el mismo valle donde vivo se suele celebrar al año unos 5,6 fiestas populares!

(Y vale, los San Fermines, que acabarón ayer...Pobre de miiii^^)

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