10 ene 2011

Sin sentido no hay que escribir

Escribir sin sentido es una de las actividades con menos sentido que probablemente puede haber. Siempre cuando se hace el “esfuerzo”, se toma la molestia de coger una pluma, un bolígrafo o un teclado se hacen con intención y se pretende comunicar algo. Mientras que el primer capitulo del libro “Taller de la filosofía” del profesor Jaime Nubiola me había disgustado principalmente por el desequilibrio entre el ideal de una obligación placentera y la real actividad raramente placentera, ya estoy bastante más de acuerdo con el segundo capitulo.

En algunas partes inicialmente me había chocado la idea de la extrema transparencia; que el autor Jaime Nubiola debe ser como una casa de cristal donde todo el mundo pueda leerle, comprenderle, verle. Sin embargo, pensando un paso más, parece ser algo obvio. A menos que uno escribe algo, lo escribe para alguien. Como un científico o un artista.
Por pura casualidad había comenzado a leer (por tercera vez) 1984 escrita por Orwell. Cuando por curiosidad estudié el anexo donde se explicaba la “lengua nueva” se me ocurriró concepto buenoplus uso ejemplo, nonecesario ya nocontrol aparecer en segundo capitulo. (Intenté escribir un poco en la lengua nueva de 1984).
Para los lectores que no conozcan dicha novela escrita en el año 1948: trata sobre una persona, Winston Smith, quien vive en un mundo ficticio dentro de un estado totalitario con extrema vigilancia. Dentro de ese estado se crea una “nueva lengua” que, en vez de aumentar reduce al vocabulario para reducir el margen del pensamiento. Mejor dicho: eliminar el mismo pensamiento. Eliminando palabras como “libertad” se logra que ni siquiera se pueda rebelarse por “falta de libertad” porque no existe palabra para tal.
En ese mundo se pregunta el protagonista Winston Smith en varias ocasiones del porque de su diario, que secretamente escribe. Pensar es un delito; y el hecho de que el haya conseguido un diario ya le convierte en un “hombre muerto”. Cuando cuenta a su novia, amiga e amante Julia que hace unos años había tenido un artículo en su mano que aprobó la falsificación de la historia por parte del estado totalitario en el que vivían, ella estaba desinteresada. ¿Para qué un diario, por qué poniendo en peligro la vida guardando una prueba del pasado?
Winston no estaba seguro. Primero piensa que es para las generaciones que le siguen; después para O Brian. Esa persona parecía que interiormente estaba de acuerdo con Winston que se debía eliminar al estado totalitario. Se nota muy bien el sentido del escribir cuando está reflexionando sobre eso: se escribe para alguien. A pesar de que ese alguien sea uno mismo – en abundantes años, cambiado y más maduro, o los agentes secretos del estado. Sean inscripciones romanas o de un prisionero encarcelado: cada forma escrita pretende comunicar.

Hay pensamientos que se pueden plasmar en papel; y otros pensamientos que difícilmente son “necesarios” plasmar. Un insulto, pensado en el momento cuando otro coche casi se choca con el propio y encima sigue corriendo sin interesarse, es una reacción emocional, se puede señalar como algo del instinto. Ahora bien: “pensamientos pensados” si merecen ser escritos, y si aprueban la reflexión horas y días después de haber sido traducidos en la escritura, pueden ser comunicados.

¿Hoy en día, con las redes sociales, ha cambiado ese comportamiento? Parece que sí. Jaime Nubiola pretendía motivar a los lectores que escribiesen siempre pensando en el lector porque los textos viejos eran muy distanciados, espesos, formales, mientras que hoy se ha llegado hoy al otro extremo. Se escribe en Facebook, Tuenti, Twitter, etc.…lo que se hace, lo que se piensa, en cada momento. El beso con la novia, la borrachera de anteayer, la pelea durante la juerga; o un chiste gracioso, un concierto bello y un fragmento de un poema: todo aparece en vía pública al instante. ¿Qué sentido tiene eso? ¿Por qué escribir por SMS que el tiempo es malísimo? No me refiero al chat que es como hablar por teléfono en escrito; me refiero a las “publicaciones en muro” de las redes sociales y los Mails extremadamente cortos que parecen haber sido escritas por aburrimiento.
Hablar y pensar es trabajoso: aún así se habla muchas veces sin pensar. El escribir fue hasta ahora algo que requería esfuerzo; y raramente se mantenía a las amistades vía cartas. La primera vez que estuve en España, año y medio de duración en Barcelona con 10 y 11 años, después de pocas semanas ya me cansaba de escribir a mano las cartas. Únicamente con una persona podía mantenerlo. En 2010 ya ha cambiado: se escribe muy rápido y cómodo; y con el Copy&Paste encima se copian fragmentos de una carta hacia otra.

El escribir se ha convertido en una habilidad muy fácil; y se olvida que igual como el hablar y el pensar se debe reflexionar anteriormente. Ningún extremo es bueno, ni el formalismo distanciado ni el mensaje de cinco palabras.

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