15 jul 2011

El hermano menor de Jesús

Mitades del siglo XIX se encontraba China en una profunda crisis. Tras aproximadamente cuatro siglos de insolación y estancamiento interno se acumulaban varios problemas en pocas décadas, destruyendo al viejo imperio y provocando una larga guerra civil, que culminó con el éxito de los comunistas bajo Mao en 1949.
¿Cuál fue la situación? Primero hubo, gracias a la perfección del trabajo agrícola, una explosión demográfica. En el siglo XVIII se dobló la población del reino del cielo a 300 millones; 1840 ya eran 430 millones de personas. Desafortunadamente no evolucionaron las tecnologías agrícolas lo suficientemente rápido para garantizar el asegurado abastecimiento de los numerosos estómagos vacíos. Al mismo tiempo se bloqueó el aparato administrativo que había sostenido el transporte de la alimentación. Un ejemplo: en 1850 tenía un solo funcionario chino con tres funciones muy extensas (impuestos, justicia y seguridad) la responsabilidad sobre 200.000 personas.
Aparte fracasó el estado en la lucha contra la corrupción. De esta forma llegó abundante dinero en vez del mantenimiento de los canales para el transporte de los productos agrícolas a los bolsillos de los responsables. Numerosos canales – entre ellos el más importante, el canal imperial – se llenaron de barro reduciendo la fluidez el tráfico, los diques se deshacían. Si no fuera poco perdían innumerables marineros, quienes habían trabajado para el transporte de estos alimentos, sus fuentes de ingresos.
Caricatura sobre la "divisón" China, 1890.
A pesar del sufrimiento de la población rural, los dioses no tenían piedad: Por la explosión demográfica – y al mismo tiempo la falta de una revolución industrial – se seguía repartiendo las tierras heredadas por igual; cada hijo recibía su parte. De esta forma los campesinos difícilmente podían alimentar a sus familias – sus tierras eran simplemente demasiado pequeñas; el campesinado empobrecía.
Entre corrupción, propiedad de tierras minúsculas, y la falta de la ayuda estatal difícilmente sorprende la caída de abundantes personas en la criminalidad, creando bandas, robando con el objeto de sobrevivir. Funcionarios y miembros de la elite económica local respondieron formando auténticos ejércitos locales – que en incontables ocasiones no eran mejor que los bandidos contra los que luchaban.
Finalmente estaba China gobernada por una casa imperial que la población consideró extranjera: los Qing, quienes mandaron desde 1644. Formaron menos que el 1 % de la población total. Su incapacidad se sofocar la crisis y también las humillaciones desde el punto de vista chino por parte de las potencias occidentales (como las guerras de Opio o la forzada concesión de puertos) difícilmente ayudó para sostener el amor y apoyo popular. (1)

En esta China, tan diferente a la actualidad, sitúa Erwin Wickert su novela histórica “Der Auftrag des Himmels” (2). Cuenta al lector la vida de Hung Hsiu Chuan (o Hung Xiuquan), cuarto hijo de una familia de campesinos nacido 1814 cerca de Guangzhou, quien terminó siendo el Mesías quien lideró un movimiento religioso que será el inicio del fin de la dinastía Qing.
Hung, quien fracaso cuatro veces en las oposiciones con vistas a ser un funcionario estatal, recibió un "mensaje divino" que le dio entender que era el hermano menor de Jesús; y este hijo de un dios convirtiera con su cruzada contra el occidente y los Qing las grandes regiones fructíferas, el Egipto de China, en auténticos desiertos quemados.
Hung, quien fundó 1851 el Taiping Tianguo, el “Imperio celeste de la paz más suprema”, provocó una guerra civil desastrosa, que 1864, con posterioridad a su muerte, habrán terminado con aproximadamente 30, 40 millones de personas.

Extensión máxima del Taiping Tianguo
A mi juicio no se debería rechazar esta obra visiblemente carencia de actualidad (fue escrita en 1979), lo que me interesa es tanto el contexto en que se sitúa la historia como en su curiosa estructura. La novela de Wickert cuenta la vida del “Mesías” chino, ignorado en el mundo occidental, de una forma innovadora: a través de documentos. El lector se encuentra con fragmentos de diarios, leyes, crónicas oficiales, noticias, cartas privadas y artículos científicos, escritas por diferentes autores. A través de estos fragmentos, que enfocan la vida y la rebelión Taiping desde puntos de vista muy variados, se cuenta al lector lo ocurrido en orden cronológico.
Suena extraño, incluso aburrido, pero esto no es el caso; al contrario. Después de un inicio algo forzado se lee cada vez más fluido: un artículo sobre una batalla; a continuación se tiene un fragmento del diario de un general quien lideró está batalla; después se encuentra el lector con una carta del administrador hacia el emperador donde explica las consecuencias de estas batallas, aportando nuevas informaciones sobre unas intrigas entre los generales de Hung, y así sucesivamente. De esta manera, en vez de tener una clásica novela donde habla el protagonista o el autor, hablan varios autores a su manera, creando un ambiente vivo de autenticidad.
El lector goza leyendo poemas, diarios y noticias que desarrollan la historia desde el punto de vista de tres mendigos ciegos; de un contador de cuentos; de un general imperial; del hermano mayor (terrestre) de Hung. Pensamientos (inventados, pero posibles) del emperador y cotilleos de un eunuco divierten al lector, que pasea entre un jardín lleno de pequeñas historias, cuya línea roja es el nacimiento, éxito y hundimiento de un reino tan grande como Gran Bretaña, liderado por un “Don Nadie”.

Sin embargo la obra de Wickert tiene algunos lados débiles; así el lector algunas veces no se entera cuales son fuentes libremente inventadas por el autor (como por ejemplo las cartas del emperador) y cuales son las verdaderas. Es muy bueno que Wickert lo indica al lector interesado con las notas de pie en página: constantemente cunado cita detalladamente una fuente, es un fragmento verdadero, ya que se puede comprobar – y efectivamente, no son productos de la fantasía. Finalmente se tiene que recordad que es una novela histórica fuertemente enfocada en las intrigas políticas; escasean los elementos socio – culturales, de tal forma que pasan de ser percibidos.

En modo de conclusión: a pesar de que se conozca el fin de esta novela histórica, no pierde estímulo, ya que importa ver como y que ocurrió; y para esto esta obra es una maravilla. Indiscutiblemente es una obra inútil para una investigación seria, pero es muy jugoso con el objeto de hacerse una idea general sobre la historia política de la china del siglo XIX que en Europa escasamente se conoce.

(1) BERTRAND, Kirsten, „Aufstand der Gotteskrieger“, en GeoEpoche – Das alte China, Nr. 8, 2002, Hamburg, pág. 116 – 127.

(2) WICKERT, Erwin, Der Auftrag des Himmels – Ein Roman aus dem kaiserlichen China, edit. Deutsche Verlags-Anstalt, 1979, Suttgart.

Ejemplo de una fuente verdadera empleada por Wickert:

YAP, P.M., "The Mental Illness of Hung Hsiu Chuan, Leader of the Taiping Rebellion," en  The Far Eastern Quarterly, edit. Association for Asian Studies, Vol. 13, No. 3, May 1954, pág. 287 – 304.





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3 Kommentare:

Anónimo dijo...

Toma esa. 30 o 40 millones de personas kaput en guerra civil; estos chinos... (Son datos fiables, seguro?) Que por cierto, leo por ahí que el colega Hung preconizaba moralidad pero tenía aparte de su ejército, otro de pechos firmes, caderas voluptuosas, la quintaesencia de las creadoras de bastardos con ojos rasgados.

Herr Hung, me cae usted muy mal.
Del libro no puedo opinar porque no lo he leído.

PS: Florian, guapo!
Evusky

Florian Graefe Aguado dijo...

Tengo datos que van desde 20 hasta 50 millones; decidí subjetivamente tomar "entre 30 o 40" millones; ya que son los datos que algunos contemporaneos europeos que estaban en China lo veían como más próximo a la chifra verdadera. Aun así; son muchos.

Y sip; Hung tiene un "morro" que te pasas! (Eh, culpa a sus compañeros, que como generales y ministros gobernaban mientras que Hung se pasaba el día entre Konkubinas, rituales religiosos, y éxtasis)

Carpe diem!

P.S.: Emperatriz hermosa!

Anónimo dijo...

En breves podremos discutir sobre todos estos temas con un buen pozal de café a la alemana en Munich. Porque... estoy a vueltas y revueltas, no me mates, oh, kleiner Junge, estoy a vueltas con los persas, británicos y alemanes, maquinitas de metal y chisporroteos más allá de las lentes.

Ay, los persas...

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