20 jul 2011

Anécdotas romanas

La historia, en vez de verlo como una lista con hechos singulares, es un proceso. Es un continuo desarrollo con numerosos factores, donde continuamente se crean nuevos lazos entre las causas y consecuencias. Sin embargo se suele confundirla (como lo hizo el biógrafo Plutarco) con listas de anécdotas entretenidas. Son más bien una especie de pasatiempos, como chistes, hechos reales y puntuales que, sacados de su contexto, pueden resultar divertidos. Según algunas definiciones es una “breve historieta humórica que caracteriza a algo o alguien” (1); que tiene “igual como saga y leyenda un valor como fuente histórica” (2).
Las anécdotas no han de ser únicamente de emperadores.
Habitualmente son hechos que tenían una reducida importancia en el proceso de la historia. Suelen ser conocidos bien por los interesados, bien por los especialistas de un tema determinado, o bien originalidad. En el último caso se tendría por ejemplo el hecho que Nerón nombró a su caballo cónsul. ¿Pero quién sabe que, según Seneca en “Sobre la clemencia”, “se propuso una vez e el Senado que los esclavos se distinguieran de los libres por el vestido; inmediatamente se vio el peligro que amenazaba si (los) esclavos empezaban a contar (y descubrían hasta que punto superaban en número a la población libre”? ¿O que un tal Lucio Sicio Dentado del siglo V a.C., quien había luchado en 120 batallas, recibiendo 45 heridas en el pecho y ninguna en la espalda, “ganó condecoraciones suficientes para toda una legión”?
Son hechos verdaderos; que son innecesarios con el fin de entender la historia. Pero aparte que el simple saber ya tiene valor ayudan comprender la vida diaria; el lector abandona su torre de marfil del lejano futuro donde se observa al largo proceso, acercándose a pequeños elementos diarios, minúsculos, que normalmente pasan de ser percibidos por el carro de la historia por su insignificancia o por su simple falta del rasgo llamativo, exótico.

J.C. McKeown, profesor ingles de latín, tenía la didáctica idea de enriquecer sus clases y tareas con pequeñas frases que sean tanto entretenidas como históricamente correctas. Después de acumular unos tantos, tanto sus alumnos como sus amigos le recomendaron publicar su (amplia) lista de anécdotas; escribiendo de tal forma en 2010 el “Gabinete de curiosidades romanas – relatos extraños y hechos sorprendentes” (3). Se trata de un libro lleno de pequeños detalles de la vida romana de la antigüedad; detalles que habitualmente pasan de ser percibidos.
El lector tiene la suerte de encontrarse con un claro orden temático. El autor ha clasificado las historietas en diferentes capítulos con títulos tan claros como “La educación”, “Los esclavos”, o “La comida y bebida”. Desafortunadamente se hecha de menos un esquema dentro de los mismos capítulos donde si siquiera se mantiene un orden cronológico; leyendo anécdota tras anécdota se salta salvajemente entre los diferentes siglos romanos.
Resulta ser una obra bastante “completa”: aproximadamente todos los aspectos de la vida diaria aparecen; y el espacio temporal va desde los etruscos hasta el fin del imperio occidental.
Por si fuera poco contextualiza a cada historieta, si es necesario: dice cuando se, quien lo y porque se dijo o escribo. Eso si: se tradujo todas las anécdotas (en esta edición) del latín al español. Si se trata de una cita directa, desde una fuente primaria, se suele escribir, como es habitual, en cursiva; en letra normal se puede leer las frases escribitas personalmente por el autor.
A pesar que las anécdotas fueron elegidos de forma muy subjetiva por parte de McKeown, conservando las más interesantes y introvertidas (¿Cómo se puede crear criterios objetivos?), ha conseguido el autor mantener un cierto equilibro, tanto temático como cronológico.

El libro está lleno con  una gran variedad de anécdotas.
La creación de este pequeño tesoro demuestra un cierto esfuerzo por parte de McKeown – y un gran dominio sobre la historia romana. Ocurre lo mismo como los chistes de diferentas épocas: quienes son incapaces de situarse, contextualizarse, difícilmente entienden la Pointe, raramente se ríen. En este caso ocurre lo mismo, solo al revés: solo los que conocen excelentemente el pasado romano son capaces de escribir un libro de este estilo; de llegar a conocer historietas que ocasionalmente aparecen en los tomos de la historiografía actual. Las anécdotas son como los pequeños chistes, los detalles insignificantes, que pueden enriquecer una obra, una clase, un dialogo. A mi juicio es mejor una historieta históricamente correcta que una metáfora abstracta y filosófica para transmitir ideas o, en este caso, ayudar en la comprensión de la vida diaria de la cultura romana.


(1) „Anekdote: kurze, jemanden oder etwas (humorvoll) charakterisierende Geschichte.“, en Duden, edit. Dudenverlag, 2000, Mannheim, pág. 162.

(2) „Anekdote: Sie kennzeichnet als Kurzgeschichte pointiert historische Persönlichkeiten und schildert konkrete historische bzw. Zeitgeschichtliche Situationen. Die Anekdote hat, ähnlich wie Sage und Legende, als historische Quellen einen Wert.“, en FUCHS, Konrad, RAAB, Heribert, dtv Wörterbuch zur Geschichte, edit. Deutscher Taschenbuch Verlag, 1972, München, pág. 44.

(3) McKeown, J.C., Gabinete de Curiosidades Romanas [A Cabinet of Roman Curiosities], edit. Crítica [Oxford University Press], 2011 [2010], Barcelona [Oxford].


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