13 jun 2011

La guerra es más que el pasado - Los Diarios Secretos de Wittgenstein

"Se" ha olvidado la primera guerra mundial. Lo que fue “La Gran Guerra” ha dejado paso a la segunda guerra mundial. Ambas eran guerras "fascinantes" (si se puede dar ese adjetivo a algo tan destructivo), crueles e quizas inclasificables. La segunda guerra mundial hoy en día es muy conocida, por varios motivos. La rápida expansión militar tanto de la Alemania nacionalsocialista como del Japón imperial y sus respectivas derrotas son movidos, “llenos de acción”, como en una obra teatral: desde el culmen hacia la derrota total. Algo muy curioso que llama la atención. Por si fuera poco “surgieron” de esa segunda guerra mundial dos nuevas potencias mundiales. Los USA y la URSS entraron en el gran juego, a pesar de que tanto económicamente como culturalmente ya habían comenzado a lanzar sus redes al mundo
décadas antes de 1939. La segunda guerra mundial manifestó visiblemente el poder norteamericano y soviético, dejando claro sus nuevos rangos. Finalmente se tiene esa terrorífica atracción por “el mal”: los “Nazis”. En novelas, libros, películas, juegos – siempre son la “personificación” del mal, inhumanamente cruel. Muy lento se está desmitificando esa imagen, y sigue siendo políticamente peligroso intentando lograr una objetividad total cuando se trata la historia entre 1933 y 1945. Yo al menos no me arriesgaría a gritar en Berlín “Los Nazis no eran malos” (ya que entonces se piensa que quiero decir “Eran buenos”. No – simplemente lo de Bien/Mal es para los filósofos) La memoria sigue siendo muy potente.

1. Edición, 1929
Esos serían – simplificando – los tres grandes puntos que, aparte de la cercanía temporal explicarían el enorme interés que despierta la segunda guerra mundial. ¿Y qué ocurre con la primera? Temporalmente lejana para el público, "aburrida", ya que fue principalmente una guerra de trincheras….parece que no solo en la vía pública se ha olvidado que una guerra tensa y cruel no necesariamente tiene que tener nazis asesinos ni grandes éxitos militares. A mi parecer se debería despertar la curiosidad hacia la primera guerra mundial. Ahora mismo no recuerdo películas ni videojuegos que traten ese tema – y cuando pienso en novelas, solo me suena “Sin novedad en el frente” de Erich María Remarque. ¡Y eso que hay tantas obras literarias que demuestran el lado inhumano de la guerra!
¿Inhumano? Como historiador no debo conocer ese término, mi obligación es ser objetivo. Tengo que estudiar al sufrimiento de forma objetiva; si me despierta, intranquiliza emocionalmente, es cosa mía, privada, que no debería manifestarse en el trabajo. Si el lector lo lee y también le mueve emocionalmente, es su cosa; pero si se conmueve por la forma como escribí, entonces le manipulo. Y si algo se considera “inhumano” o “cruel” automáticamente se tiene una connotación negativa. Pero permítame esta vez ser algo menos historiador. Me interesa expresar mi opinión sobre la imagen que tiene la guerra “en general” hoy en día. Actualmente, cuando la guerra es lejana (Irak, las guerras civiles en la “lejana” África, y algunas hace “mucho tiempo” en los Balcanes), se tiene que leer esos libros escritos por veteranos de la Gran Guerra 14 – 18. La guerra de Kosovo fue hace unos escasos años y África no es otro planeta, está a pocos kilómetros al sur de Europa. A pesar de que hoy en día no necesariamente tienen que morir numerosos soldados gracias a sus tanques, armamentos y armas a distancia (como los misiles), sigue siendo la misma para los que lo tienen que sufrir. Soldados iraquíes, civiles croatas, familias africanas, todos ellos podrían – y probablemente hay innumerables que lo hacen – escribir lo mismo como los autores europeos de la primera guerra mundial. Entre los últimos existe una enorme variedad de autores que trataban el tiempo 1914 – 1918, como Carl Zuckmayer (1896 – 1977), Franz Schauwecker (1880 – 1964) o Richard Aldington (1892 – 1962).

Hemingway, 1918
Hace unos días me fui a una pequeña librería del casco viejo de Pamplona, situada entre el ayuntamiento y la catedral. Entré y comencé a curiosear qué novelas o diarios tenían cuáles trataban sobre la “Gran Guerra”. Obviamente estaban los clásicos como “Adiós a las armas” de Ernest Hemingway (quien, por cierto, fue conductor de la cruz roja en Italia durante la primera guerra mundial) y “Sin novedad en el frente” de Erich María Remarque. Pregunté al vendedor si me podría recomendar diferentes obras, y resultó que él hace unos años se había fascinado por esa época. Me contó que había leído un diario del filosofo Wittgenstein, donde él, siendo soldado del ejercito austro – húngaro, había luchado en un barco en la frontera rusa. ¿Wittgenstein, luchando? No se me había ocurrido eso, simplemente me he “olvidado” que obviamente entre 1914 y 1918 podría haber luchado como tantos pensadores en algún frente. Por consiguiente decidí que en vez de leer una novela como el famoso “Heeresbericht” de Edlef Köppen (1893 – 1939) o “Le feu” de Henri Barbusse (1873 – 1935) lo podría intentar con el diario de Wittgenstein.
Edición de 1960
La pequeña odisea comenzó. ¿Odisea? ¿No resulta que la biblioteca de la universidad privada de Pamplona tiene unos cuantos ejemplares de los “Notebooks 1914 – 1918” wittgensteineanos? Efectivamente, hay varios tomos que orgullosamente proclaman contener los diarios de Wittgenstein entre sus portadas. Alegremente me presté el primer ejemplar que encontré y comencé a leer. Ahora bien: no soy filósofo. Y leer la filosofía de Wittgenstein es algo parecido a descifrar una carta escrita por un escribano del siglo XVII: extremadamente difícil y complejo. Al escribano por su letra y a Wittgenstein por su manera de pensar. ¿Dónde quedan esas aventuras, experiencias, tristezas, locuras que me habían contado en la librería? La locura he encontrado, sin embargo echaba de menos a los otros elementos. Gracias a Internet descubrí un pequeño fragmento: El 10 de agosto 1914 había anotado Wittgenstein “Als Reklut eingekleidet worden” (Vestido de recluta). Aun así, todos los diarios que encontré comenzaron el 22 de Agosto 1914. Hojee algo en la edición “Tractatus logico-philosophicus – Tagebücher 1914 – 1916 – Philosophische Untersichungen”, editada en 1960. Esa edición había sido preparada por G.E.M. Anscombe y G.H. von Wright – ya que eran dos de los tres “administradores” de la herencia literaria de Wittgenstein. En dicha edición se puede leer en el prologo una frase que aumentó mi confusión: “Wir haben sehr wenig aus dem Inhalt der Tagebücher fortgelassen; bei den Auslassungen handelt es sich Fast nur um Entwürfe zur Symbolik, die nicht interpretiert werden konnten oder sonst uninteressant waren“ („Del contenido de los Diarios hemos dejado fuera muy pocas cosas. Las omisiones afectan casi solo a esbozos de simbolismos que no hemos podido interpretar o que, por otros motivos, carecen de interés”). Lo leí y no comprendí. Al final la suerte me sonreía: cuando hojeaba el último de los ejemplares de la biblioteca encontré por fin la frase mágica: “Als Reklut eingekleidet worden”.

Los diarios de Wittgenstein se pueden leer y estudiar desde tres puntos de vista: un punto de vista filosófico, uno histórico y uno “humanista – literario”. Desde el punto de vista filosófico es evidente: con vistas a comprender la filosofía de Wittgenstein se debe haber leído su diario. El punto de vista histórico es, claro, muy valioso, de todas formas lo comentaré más abajo. El tercer punto de vista es lo que he llamado como “humanista – literario” porque no se me ocurrió otra forma de definirla. Wittgenstein ya había escrito desde temprana edad diarios. También en 1914, cuando se alistó como voluntario en el ejército. Solo: escribió dos diarios. En las páginas pares (a la izquierda) escribió con una clave (simple: a es z, b es y, etc.…) su diario “personal”, intimo, y en las paginas impares a la derecha anotó pensamientos filosóficos. ¿Qué había ocurrido? Los “guardianes” de Wittgenstein – o sus administradores – eran Elizabeth Ascombe, Georg Henrik von Wright y Rush Rhees. En la primera edición de 1960 habían publicado únicamente las páginas impares, las que contenían puramente la filosofía. Yo
cuando leí esa frase en el prologo no pensé nada; afortunadamente le hacían intranquilo al investigador Wilhelm Baum. El comenzó en 1960 a sospechar que probablemente haya “otros” diarios, y tras años de búsqueda, investigación y peleas con los administradores logró publicar en los años 80 los “diarios secretos” – o sea las páginas pares. Esa anécdota me ha gustado y demuestra que siempre es necesario que todas las fuentes (o al menos copias completas del original) sean accesibles a quien quiera con el objeto de poder investigar. Esos tres administradores habían idealizado la imagen de Wittgenstein; y gracias a personas como Baum se podía encontrar (y ayudar así a los filósofos) elementos esenciales del verdadero Wittgenstein. (1)

Volviendo a la gran Guerra. El diario de Wittgenstein demuestra prácticamente todas los grandes características que había vivido un soldado estando en las trincheras, independiente de que frente e incluso de las épocas desde el inicio de la guerra industrializada y mecanizada.
Se han conservado tres “diarios” (o cuadernos:( el primero es del 9 de agosto al 30 de octubre 1914; el segundo del 30 de octubre 1914 al 22 de junio de 1915 y el tercero va del 28 de marzo al 19 de agosto de 1916. Wittgenstein había luchado desde agosto de 1914 hasta noviembre de 1918, en los frentes de Rusia y al final en el italiano, donde fue capturado (por error: los austriacos habían firmado una tregua, con todo no tenían en cuenta el inicio de esa tregua, así fue la unidad de Wittgenstein capturada). Quedó prisionero hasta agosto de 1919. Como se ve faltan varios periodos de la vida de Wittgenstein, desafortunadamente no se sabe si había seguido escribiendo su diario – o si fueron destruidos por su orden, ya que tenía la “manía” de destruir todos sus “borradores” una vez finalizadas sus obras escritas a máquina. De todos modos reflexionan los tres cuadernos conservados sobre la vida diaria de un soldado de la primera guerra mundial, y eso quisiera comentar brevemente.

Las guerras del siglo XIX y XX tenían una pequeña serie de características nuevas que habían comenzado a desarrollarse desde 1815. El enfrentamiento bélico se convirtió en un instrumento político puntual; se empleaba solo si es necesario (o si parece ser fácil). Un francés que nacía en 1815 podía morir 1914 en habiendo vivido una sola breve guerra: la franco – prusiana de 1871. Un inglés que no iba a las colonias no conocía la guerra, lo mismo ocurrió con un alemán. Los españoles sin embargo no perdían la costumbre de luchar continuamente, a pesar de que sea entre si. Incluso las fuertes e intensas dos guerras mundiales fueron, cronológicamente, extremadamente breves en comparación con otros siglos. Un holandés nacido en 1900 tenía la mala suerte de vivir dos guerras mundiales; una persona que nació en 1945 en cambio no sufrió ninguna guerra más. Leí en algún número de la revista “Spiegel” el término “La segunda guerra de los treinta años”, haciendo referencia a las dos guerras mundiales. También 1618 – 1648 no era una guerra continua sin pausas. Se tiene que ver ambas guerras juntas, mejor se hable de 1914 – 1945.

¿Qué quiero decir con ese breve desarrollo de la historia bélica europea? Que la primera característica “nueva” fue el olvido de los enfrentamientos y sufrimientos bélicos. Desde 1815 la guerra se ha convertido cada vez más en algo abstracto, extraño, lejano. Es escasamente probable que un campesino medieval hubiera participado en una guerra de forma feliz y alegre cuando le llama su señor feudal como lo hacían los voluntarios de 1914. El campesino sabía que era una guerra, varias veces en su vida habrá sido victima, testigo o causante de una pequeña pelea entre “su” pueblo y el vecino. Los soldados de 1914 mayoritariamente no han vivido ninguna guerra, o como mucho, una guerra breve. (Ah, como me recuerda eso a Vietnam o Irak….una guerra muy breve, y lo admito, militarmente rak fue una cuestión muy breve en el
Soldados austriacos, 1914.
caso de que solo se estudie al enfrentamiento con armas). Por esa razón no sorprende la cantidad de voluntarios, de gritos y risas, cuando se alistaron miles y miles de jóvenes. En 1939 ocurrió lo contrario porque los mayores se recordarón perfectamente. También Wittgenstein estaba muy animado 9 de agosto 1914: “(…) ¡¿¿Podré trabajar ahora (las cuestiones filosóficas)??! ¡Tengo muchas ganas de saber como será mi vida en el futuro! Las autoridades militares de Viena fueron de una amabilidad increíble. Millares de personas les pedían consejo a diario y ellas daban respuestas amables y detalladas. Cosas como esas le animan tremendamente a uno (…)”.Obviamente, su opinión cambió en escaso tiempo. Le habían mandado en un barco de patrulla sobre el río Vístula, donde estaba encargado de trabajar con el reflector de la nave. ¡Un perfecto blanco! “Por ello siento hoy más que nunca la horrible tristeza de nuestra situación – la de la raza alemana - ¡Pues me parece seguro que no podemos superar a Inglaterra! ¡Los ingleses – la mejor raza del mundo – no pueden perder! ¡Pero nosotros sí podemos perder, y perderemos, si no este año, el próximo! Me deprime terriblemente la idea de que vaya a ser derrotada nuestra raza, ¡pues yo soy alemán de los pies a la cabeza!”, escribe el 25 de octubre de 1914. Su cansancio se nota cuanto sigue el primero de diciembre de 1914 diciendo: “Bueno, ¡ya estamos en diciembre! Y sigue sin hablarse de paz. Hoy por la noche violentos estampidos de los cañones, se oían los silbidos de los proyectiles (…)”. Wittgenstein no estaba en las trincheras durante 1914, de todas formas sí estaba encima de un río entre los territorios austro – húngaros y rusos, y es una sorpresa que nunca le alcanzara una bala durante ese periodo. Wittgenstein se dio cuenta de la dura realidad. Personalmente no conozco la guerra, Wittgenstein la conoció. Eso era la primera característica cuya lección cada soldado aprendió: lo uno son los cuentos y estatuas de héroes, lo otro son las matanzas de verdad.

La desilusión es uno de las múltiples impresiones que sufren sus compañeros. La segunda característica nueva es el aburrimiento. Personalmente tengo dificultad en imaginarme eso, de todos modos gracias al avance tecnológico, y especialmente en la primera mitad del siglo XX con el uso de la artillería, no sorprende. Vi hace unos años una película actual sobre unos GIs situados en Irak durante la primera guerra del Golfo, “Jarhead” se llamó (Trailer abajo). Durante la larga primera parte de la película los soldados tenían un único enemigo: el aburrimiento. No tenían nada mejor que hacer, la guerra se hacía con misiles y tanques veloces. Wittgenstein tenía los mismos sentimientos cuando fue mandado a la retaguardia, un taller en Cracovia (desde diciembre de 1914 hasta agosto de 1915). Tenía considerable trabajo burocrático, aparte de eso parecía haberse aburrido con frecuencia. Y lo intentó solucionar a su manera: “Muy sensual. Me m(masturbo) a diario. Hace ya mucho tiempo que no tengo noticias de David. Trabajo. (…)”, como escribió el 16 de abril de 1915.

Con el fin de evitar la desmotivación y el miedo solía pensar Wittgenstein también mucho en el dios de los cristianos – y como abundantes soldados perderá la fe. Así escribió el 11 de mayo 1916 “Pasado mañana, cambio de posición. ¡Muy desagradable! Pero hágase Tu voluntad”, y dos semanas más tarde “Somos tiroteados. ¡Que sea lo que Dios quiera!” En ese periodo ya había vuelto al frente – esta vez en el frente de Galicia, desde marzo hasta septiembre de 1916. La reducida moral se mostraba también en el tratamiento entre los soldados. Cuando al inicio, en 1914, era algo honorable ser voluntario - ¡ay de quien quería negarse a luchar, perdía toda su cara! – poco después eso había cambiado radicalmente. Los soldados se reían de los voluntarios, quienes habían sido tan “tontos” en alistarse. El 27 de abril anotó Wittgenstein: “Con pocas excepciones la tropa me odia porque soy un voluntario. Así es que ahora me encuentro casi siempre rodeado de gente que me odia (…)”.

En el diario de Wittgenstein solo se echa de menos un elemento (¿Probablemente estaba en los diarios hoy inexistentes de 1917 y 1918?), y esos son los heridos y muertos. La primera guerra mundial pone el relieve por la matanza principalmente “anónimo”: cañones situados a kilómetros de distancia, nubes de gases, granadas tiradas de trinchera a trinchera hacían al soldado imposible identificar a su enemigo, matarle o protegerse de él. Las armas no se podía ver más, sin embargo nunca perdían su cara: hombres sin mandíbula, sin cara, sin brazos, ciegos. Y eran ejércitos de masas, con cientos de muertos en cada semana.

Otto Dix: Flandern
Las guerras siempre son inhumanas. No quisiera vivir ninguna guerra, ni ser soldado en una de ellas, con todo ya se verá durante las décadas que vienen que ocurría. Ningún chico francés de 1913 hubiera pensado que lucharía en dos guerras mundiales. Desde 1945 en Europa gobierna la paz, excepto en los Balcanes. Mentalmente se suele situarlo “muy lejos”, y no lo es. Cuando fui en la primaria de Flechtdorf, entre 1995 y 1998, tenía a un compañero “extranjero”, llamado Veton. Mejor dicho: no le veíamos como alguien diferente, solo que tenía unos años más que nosotros. Un día – he olvidado cual – podíamos ir disfrazados, y la maestra insistió: nada de imitaciones de armas. ¿Por qué? Todo lo que recuerdo es que Veton había llegado de los Balcanes. Entonces no lo comprendí, ahora pienso que lo he entendido mejor. ¡La guerra no es algo abstracto, lejano, sino que está presente! En muchas familias españolas se tienen aún recuerdos de la guerra civil española; siguen viviendo veteranos de la segunda guerra mundial, de Corea, Vietnam. Los USA parecen haber olvidado Vietnam cuando iniciaron “a la ligera” su invasión de Afganistán; con posterioridad a la rápida victoria hacían el salto a Irak. Las guerras de hoy en día son, al menos para la cultura occidental, algo rápido, breve, con altos gastos económicos y pocas bajas del propio bando. No lo es para el bando opuesto. La primera guerra mundial fue una guerra “entre iguales”, con nivel tecnológico y económico equivalente; desde el fin de la segunda no hubo nada parecido. Todas las guerras desde entonces son al estilo “1871” – rápidas, victoriosas. La lucha violenta comienza a tener nuevamente una función política. Eso es lo que se tiene que temer y evitar. Porque hay un “después” de la victoria.

(1) WITTGENSTEIN, Ludwig, Diarios secretos, edit. Wilhelm Baum y Alianza Editorial, Madrid, 1991, ISBN: 84-206-2670-8



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