El concepto
que tenemos hoy en día tanto sobre el tiempo como sobre el espacio se
diferencia profundamente de la imagen que se tenía en la Europa medieval. Para
comenzar diferenciemos entre el calendario diario y el calendario abstracto.
Con el
calendario diario me refiero a que los medievales efectivamente tenían en
cuenta los años en el que vivían, contando en Roma el año del cónsul, contando
desde el año de la coronación de los emperadores y contando los años
pontífices, o creando en España el concepto de la era hispánica etc. Hasta el
papado de León IX no se generalizó el Anno Domini, el año de la encarnación del
hijo del dios cristiano.
Lo que me
interesa es el calendario abstracto, es decir: ¿Cómo veían y ordenaban la
historia humana? La orientación principal fue el sueño de Nebuchadenzzar II,
descrito en el libro 2:31 de Daniel. Según dicho sueño, la humanidad vivía
exactamente 5 periodos. El primer periodo era la cabeza, el oro: la época
dorada de la mítica Babilonia. En continuación estaba el pecho, la edad de la
plata: cuando el imperio Persa gobernó la tierra. Después viene la parte
inferior del cuerpo, la edad del bronce: la época de Alejandro Magno y los
imperios helenísticos. El penúltimo periodo se describía como las piernas,
representado por el hierro: el imperio romano, el mayor y más estable de todos.
Una vez finalizado llegaría el último periodo, los pies, es decir: la tierra y
el hierro, que representa el final.
Ahora bien,
cuando en el siglo II comenzó lentamente la decadencia del imperio romano,
llegando a su culminación mediados del siglo V con el fin del imperio
occidental, los contemporáneos estaban asustados por un lado, contentos por el
otro, pero todos confusos. ¿Era el fin del mundo, de la civilización? ¿Ha
comenzado el último periodo?
Dado que
entonces la iglesia católica estaba en pleno proceso de evolución e
institucionalización, aún no estaban establecidos muchos dogmas y hubo numerosos
herejes, debates y conclaves, invitando al debate y la libre interpretación.
En este mundo
hubo quienes lloraban el final de la edad del hierro, del fin romano, como Pablo Orosius (375 - 418),
quien identifico a Roma como la máxima expresión de unión del cristianismo con
el imperialismo romano. Otros como Agustino (354 - 430) veía el hundimiento de un imperio
profundamente pagano y cruel completamente diferente: algo bueno.
Independientemente
había muchos europeos cristianos, tanto intelectuales religiosos como laicos de
todos los estratos sociales, quienes estaban convencidos de vivir en la última era,
el último periodo, antes de la llegada del juicio final. Dado que los
caballeros apocalípticos no comenzaron su fiesta en 476 ni entre 622 y 750, se
comenzaba hacer cálculos. Algunos religiosos llegaron a la conclusión que el
final del mundo llegaría 6000 años tras la creación del mundo, eso es: 1000
años después del nacimiento del salvador cristiano.
Papa Silvestre II con un demonio. |
Eso llegó a
tal extremo que el papa Silvestre II (946 - 1003) proclamó como fecha final del mundo la
media noche del 31 de diciembre del año 999 d.C. y comenzó un pánico histórico
terrible en la mayor parte de la Europa cristiana. Numerosas personas
sospechosas – supuestos magos, supuestas brujas e judíos – murieron a lo largo
del año linchados, asesinados. Pero como en enero del 1000 la tierra seguía
existiendo, se salvó Silvestre II proclamando que dios les haya perdonado por
haber rezado mucho.
Casi dos
siglos más tarde, en 1179, se repetía por última vez ese fenómeno: el famoso
astrónomo Juan de Toledo predijo el fin del mundo en 1186, porque en este año
estarían todos los planetas en una línea con el zodiaco de la balanza. Tanto la
astrología como la astronomía estaban lejos de ser dos ciencias diferenciadas,
y comenzó el pánico cuando numerosos astrólogos imitaban su colega toledano. En
todo el imperio germánico se cavaron lugares seguros, el emperador de Bizancio
ordenó que se amurallasen todas las ventanas del palacio imperial, y el arzobispo
de Canterbury decidió para la isla británica que no se comiese nada durante
tres días para preparase a la apocalipsis.
Y como
sabemos, nunca llegó. Fue la última vez en que se daba una importancia tan
significante al concepto del calendario abstracto de las eras y los periodos de
la humanidad. Ni 1493 un 1452 provocaban una revisión de lo mismo. Esa
mentalidad es importante, porque después de esos dos pánicos en 999 y 1179 –
1186 comenzó en Europa el arte gótico, el aumento de la población y el
mejoramiento de la alimentación. La urbanización creció, las fundamentos de los
futuros estados comenzaron asentarse.
Posiblemente
el optimismo, que el fin del mundo no llegaría, sería una de las numerosas
causas para el auge socioeconómico de la Europa medieval.
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