24 may 2014

La idea del tiempo y las eras durante la Edad Media

El concepto que tenemos hoy en día tanto sobre el tiempo como sobre el espacio se diferencia profundamente de la imagen que se tenía en la Europa medieval. Para comenzar diferenciemos entre el calendario diario y el calendario abstracto.
Con el calendario diario me refiero a que los medievales efectivamente tenían en cuenta los años en el que vivían, contando en Roma el año del cónsul, contando desde el año de la coronación de los emperadores y contando los años pontífices, o creando en España el concepto de la era hispánica etc. Hasta el papado de León IX no se generalizó el Anno Domini, el año de la encarnación del hijo del dios cristiano.
Lo que me interesa es el calendario abstracto, es decir: ¿Cómo veían y ordenaban la historia humana? La orientación principal fue el sueño de Nebuchadenzzar II, descrito en el libro 2:31 de Daniel. Según dicho sueño, la humanidad vivía exactamente 5 periodos. El primer periodo era la cabeza, el oro: la época dorada de la mítica Babilonia. En continuación estaba el pecho, la edad de la plata: cuando el imperio Persa gobernó la tierra. Después viene la parte inferior del cuerpo, la edad del bronce: la época de Alejandro Magno y los imperios helenísticos. El penúltimo periodo se describía como las piernas, representado por el hierro: el imperio romano, el mayor y más estable de todos. Una vez finalizado llegaría el último periodo, los pies, es decir: la tierra y el hierro, que representa el final.

Ahora bien, cuando en el siglo II comenzó lentamente la decadencia del imperio romano, llegando a su culminación mediados del siglo V con el fin del imperio occidental, los contemporáneos estaban asustados por un lado, contentos por el otro, pero todos confusos. ¿Era el fin del mundo, de la civilización? ¿Ha comenzado el último periodo?
Dado que entonces la iglesia católica estaba en pleno proceso de evolución e institucionalización, aún no estaban establecidos muchos dogmas y hubo numerosos herejes, debates y conclaves, invitando al debate y la libre interpretación.
En este mundo hubo quienes lloraban el final de la edad del hierro, del fin romano, como Pablo Orosius (375 - 418), quien identifico a Roma como la máxima expresión de unión del cristianismo con el imperialismo romano. Otros como Agustino (354 - 430) veía el hundimiento de un imperio profundamente pagano y cruel completamente diferente: algo bueno.

Independientemente había muchos europeos cristianos, tanto intelectuales religiosos como laicos de todos los estratos sociales, quienes estaban convencidos de vivir en la última era, el último periodo, antes de la llegada del juicio final. Dado que los caballeros apocalípticos no comenzaron su fiesta en 476 ni entre 622 y 750, se comenzaba hacer cálculos. Algunos religiosos llegaron a la conclusión que el final del mundo llegaría 6000 años tras la creación del mundo, eso es: 1000 años después del nacimiento del salvador cristiano.
Papa Silvestre II con un demonio.
Eso llegó a tal extremo que el papa Silvestre II (946 - 1003) proclamó como fecha final del mundo la media noche del 31 de diciembre del año 999 d.C. y comenzó un pánico histórico terrible en la mayor parte de la Europa cristiana. Numerosas personas sospechosas – supuestos magos, supuestas brujas e judíos – murieron a lo largo del año linchados, asesinados. Pero como en enero del 1000 la tierra seguía existiendo, se salvó Silvestre II proclamando que dios les haya perdonado por haber rezado mucho.
Casi dos siglos más tarde, en 1179, se repetía por última vez ese fenómeno: el famoso astrónomo Juan de Toledo predijo el fin del mundo en 1186, porque en este año estarían todos los planetas en una línea con el zodiaco de la balanza. Tanto la astrología como la astronomía estaban lejos de ser dos ciencias diferenciadas, y comenzó el pánico cuando numerosos astrólogos imitaban su colega toledano. En todo el imperio germánico se cavaron lugares seguros, el emperador de Bizancio ordenó que se amurallasen todas las ventanas del palacio imperial, y el arzobispo de Canterbury decidió para la isla británica que no se comiese nada durante tres días para preparase a la apocalipsis.

Y como sabemos, nunca llegó. Fue la última vez en que se daba una importancia tan significante al concepto del calendario abstracto de las eras y los periodos de la humanidad. Ni 1493 un 1452 provocaban una revisión de lo mismo. Esa mentalidad es importante, porque después de esos dos pánicos en 999 y 1179 – 1186 comenzó en Europa el arte gótico, el aumento de la población y el mejoramiento de la alimentación. La urbanización creció, las fundamentos de los futuros estados comenzaron asentarse.

Posiblemente el optimismo, que el fin del mundo no llegaría, sería una de las numerosas causas para el auge socioeconómico de la Europa medieval.

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